Tarde negra: España estrenó la defensa de su corona mundialista recibiendo una golpiza que no estaba en los planes del más optimista lunático de Amsterdam. Arrancó bien, ciertamente, y hasta alcanzó a ponerse arriba en la pizarra mediante un penal nacido de la perseverancia en disponer de la pelota y los mimos tenaces de Iniesta y David Silva. Pero Holanda, que parece una tropa de escolares capitaneados por un trío de generales (Robben, Sneijder y Van Persie), a todas luces no acusó el impacto y conservó la esencia del libreto original, aunque redoblando esfuerzos en la marca de los jugones españoles. Por ese trillo de estabilidad sicológica, ambición juvenil y respeto irrestricto del sistema –condición sine qua non para militar en los equipos de Van Gaal- llegó la lluvia. Cabe decir, el aguacero.
Espejismo: Fiel a su ideario futbolístico, Vicente del Bosque reinstaló el doble pivote –tan generalizado como el maíz transgénico y la depilación de genitales-, y ordenó la presencia de un delantero clásico en detrimento del controvertido falso “9” que tanto explotara en Sudáfrica. Diego Costa, una duda razonable, premió al estratega salmantino con alguna que otra incursión de mediano peligro, y le puso la guinda a su jornada provocando el tiro de castigo con el que Xabi Alonso desequilibró el score. Parecía que el río no había perdido el curso, y que la escuela de la Roja (cultivada por Luis Aragonés, sembrada por Guardiola e implantada en España por Cruyff) dictaría una clase. Otra más. Pero todo quedó en puras apariencias, sumergido en el pressing de un grupo que plantó a tres centrales perfectamente escalonados, hizo estragos con dos laterales de resistencia etíope, y dejó claro que había perdonado a su enemigo, pero nunca olvidado su nombre.
Al ralentí: Lo escribí en la previa del grupo B, publicada en esta misma página: “No es preciso viajar hasta Delfos para marcar las posibilidades de España con un redondel de incertidumbre”. Acaso porque tenía esa certeza, incluso cuando España iba ganando y sus bajitos dinamitaban el balcón del rectángulo holandés, respiraba la taimada acechanza del bando naranja (que este viernes no vistió de ese color, como tampoco La Roja optó por ir de rojo). Poco a poco, lance a lance, los generales de la Oranje se fueron asociando y quedaron expuestas al sol las vulnerabilidades del campeón, resumidas en algo que podría definirse como Pánico a la Velocidad. Esto es, los centrales ibéricos sufren lo inenarrable para retroceder y pierden siempre en el sprint, sobre todo Piqué, sombra del Piquenbauer de la etapa pre-Shakira. Ese factor, conjugado con el annus horribilis que vive Iker Casillas, desembocó en naufragio, humillación y muerte.
Las caras del desastre: Fueron ellos, Casillas y Piqué, los peores del campo. Sergio Ramos no anduvo muy fino, Xavi tejió los hilos como pudo puesto que ya no teje como quiere, pero el meta y el central descollaron en el rol de villanos. En el primer gol(azo), Piqué rompió el fuera de juego, Ramos reaccionó mal para la cobertura y Casillas, algo descolocado, se limitó a hacer la estatua ante el acrobático testarazo de Van Persie. Después, Robben mandó rumbo a la enfermería la cintura del “3” y remató a placer para otorgar ventaja a Holanda. En la tercera diana, el de Móstoles sacó a relucir sus conocidas limitaciones en el juego aéreo y facilitó el trabajo al zaguero De Vrij. Y luego, en el apogeo de lo real-incomprensible-maravilloso, controló de asco la Brazuca y Van Persie sancionó, draconiano, el error de principiante. A manera de epílogo de tantos despropósitos, en una galopada que me recordó la de la final de la Copa 2010, Robben superó en carrera a Ramos, sentó a Casillas con la finta, y mientras el guardameta gateaba como un niño subió de un zurdazo la anotación final de un choque en el que España, cuajada de futbolistas azulgranas, eligió una indumentaria blanca -¡qué ironía!- y acabó de rodillas, sin fuerzas y pidiendo la hora.
Holanda ha dado una estocada magistral en el camino a los octavos. España, en tanto, queda a merced de disponer –si por goleada, mejor- de Chile y Australia, para entonces vérselas casi seguramente con Brasil en la próxima fase. Del Bosque, a mi modo de ver, deberá echar a un lado compromisos, simpatías y gratitudes, reemplazar a Casillas por Reina y, sobre todo, dar entrada a Javi Martínez en lugar de Piqué.