Avanzar en el sueño y el proyecto libertario de nuestro Padre Libertador, encarnarlo y realizarlo, pasa por la cita que hoy nos espera.
Larga ha sido la marcha para llegar a esta fecha de hoy, 15 de febrero. Es una fecha gloriosa, fecha luminosa, de consolidación de los plenos derechos y poderes democráticos. Porque ese es el destino que nos hemos trazado y en el que estamos dispuestos a dejar el alma para conquistarlo. Tiempo histórico que nos compromete, tiempo de nuestros ancestros y a la vez tiempo de nuestros nietos. No será una batalla más: en esta ocasión tenemos la oportunidad de despejar el horizonte, reimpulsando el devenir de un pueblo comprometido con los altos designios de esta hora.
Avanzar en el sueño y el proyecto libertario de nuestro Padre Libertador, encarnarlo y realizarlo, pasa por la cita que hoy nos espera: lo que comenzó a fraguarse a principios del siglo XIX, entre el filo del pensamiento y el filo de la espada, lo podemos consolidar este domingo, con nuestra firme voluntad de darnos el derecho de ser real y verdaderamente libres, real y verdaderamente soberanos.
Lo que está en juego hoy 15 de febrero, puede sintetizarse en un dilema que debe ser resuelto por el pueblo: seguir avanzando hacia el ejercicio pleno de la soberanía popular o la pretensión contrarrevolucionaria de ponerle frenos, cortapisas a la democracia revolucionaria. Es el dilema del Hamlet de Shakespeare: Ser (el Sí) o no ser (el No).
Desde hace diez años hemos plenado la historia venezolana de sentido: de sentido bolivariano, abierto, popular; de sentido constructivo, creativo y liberador. Antes la historia no nos pertenecía, otros la tramaban y nosotros sólo la padecíamos. Éramos simples peones de un macabro ajedrez dispuesto por el imperio y sus cipayos apátridas.
Eso cambió y cambió para siempre, desde hace diez años: el pueblo heredero de las grandes batallas, encarnación viva de todas nuestras luchas, le ha puesto sangre y hueso, alma y corazón a esta revolución; hemos sido y somos, todas y todos, un solo protagonista estelar de las transformaciones emprendidas: transformaciones que no acaban aún porque se requiere seguir completando el sagrado anhelo que nos impusimos: tener patria libre, patria buena y bonita, patria socialista, para nosotros, para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
Quiero decir que le hemos propuesto al país una orientación que ha venido perfilándose entre aciertos y dificultades, es cierto, pero que desde que la parimos ha tenido el mismo horizonte: es nuestro pueblo haciéndose un pueblo cada vez más digno día a día; un pueblo que se reconoce en el trayecto recorrido y comprende lo que el porvenir le exige.
En definitiva: un pueblo que sabe que sólo fraternalmente unido en el empeño y conservando el camino, podrá un día decir que nos estamos acercando al sueño, al alto sueño de la patria definitivamente liberada. Que no haya duda entonces: ¡¡Eso es lo que nos estamos jugando con nuestra decisión, hoy 15 de febrero!!
Decía el gran poeta Willian Blake en un aforismo: así como hay un tiempo para la siembra hay otro para la cosecha. Sirva esta idea para perfilar lo que les quiero advertir. Desde antes de haber llegado al Gobierno y lo que llevamos en él, han sido tiempos de paciente y laboriosa siembra. Algo hemos recogido, pero no basta.
Hoy 15 de febrero, es la fecha para garantizarnos el inicio del tiempo de las grandes cosechas: el tiempo de llenar los graneros de esta hermosa travesía en la que estamos comprometidos todos por un porvenir que sea nuestro de verdad y no un simple accidente del tiempo y de la vida. Hoy 15 de febrero, luego de la victoria del Sí, bien podremos decir con voz de pueblo unido: ¡¡El porvenir comienza a ser nuestro!!
No habitamos ni vivimos un país. Habitamos y vivimos un reto, un reto de patria. Por eso nuestras conquistas siempre estarán un poco más allá de lo que logremos; por eso es que tratar de darle consistencia al socialismo democrático es, para nosotros, una permanente exigencia: una frontera que hay que vencer cada día.
De allí este empeño sin descanso, porque simple y llanamente nos lo merecemos: el reto de una democracia auténtica y revolucionaria, de participación plena y protagonismo pleno, es la idea que nos toca a la puerta de nuestra historia; esa es la idea poderosa que nos debe alentar porque como lo dijo Víctor Hugo: Nada hay más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.
Finalmente, lo advierte también el Eclesiastés: “Todo lo que va a ocurrir debajo del sol tiene su hora”.
Es pues, la hora del pueblo… Por eso te lo repito:
¡¡Te estoy esperando en aquel lugar!! ¡Venceremos!