En 1994 a Roberto Baggio - un visitante que había llegado desde el futuro directamente al Rose Bowl de Pasadena- lo desahuciaron para siempre. Baggio, en el fútbol italiano de los noventa, era un vagabundo anómalo. Tipos como él, con poco sacrificio táctico y demasiado libertinaje, eran abatidos por los técnicos y adorados por los tifosi.