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General: Guillermón: el caballero de la guerra
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From: Ruben1919  (Original message) Sent: 24/06/2017 12:03

José Guillermo Moncada, uno de los héroes más sobresalientes y de los jefes más admirados y queridos en nuestras guerras de independencia, nació el 25 de junio de 1841 en Santiago de Cuba. Su padre, esclavo liberto, no reconoció a sus cinco hijos, por lo que tenía como único apellido el de la madre, Dominga Moncada, quien estuvo tres veces en la prisión del Morro santiaguero al negarse a convencer a sus hijos para que abandonaran la lucha, como le pedían las autoridades españolas. A temprana edad aprendió a leer y a escribir y se formó en el oficio de carpintero. Sus compañeros de armas lo llamaban Guillermón, por su estatura, fortaleza física y coraje en las batallas.

VALOR A TODA PRUEBA

Al estallar la guerra independentista el 10 de octubre de 1868 en la Demajagua, este patriota estuvo entre los primeros en incorporarse a las fuerzas insurrectas, junto a otros representantes de la juventud santiaguera. Su bravura lo distinguió desde temprano en los combates, en varios de los cuales resultó herido. Moncada se cubrió de gloria al extender la guerra a la región de Guantánamo, escenario de algunas de sus más fabulosas hazañas.

Ágil y audaz en el manejo del machete, Guillermón protagonizó con esa arma legendarios duelos, entre los cuales se halla el consumado frente a Miguel Pérez, cubano al servicio del colonialismo español y célebre por sus vandalismos. Recoge la historia que el jefe mambí encontró una octavilla en la que el bandido lo retaba a duelo, y este respondió al dorso del propio papel: «Enemigo: Por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada, pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria…». Poco después llegaría el día del enfrentamiento. El machete de Guillermón se impuso en prolongado y sangriento duelo, y el vencedor envió a Máximo Gómez, como testimonio de lo sucedido, la espada y las insignias usadas por el traidor.

Rechazó el Pacto del Zanjón para convertirse en uno de los hombres de la Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878 junto al General Antonio Maceo, y durante la Guerra Chiquita (1879-1880), se mantuvo sobre las armas casi un año en Oriente, a pesar de que su promotor y jefe, el Mayor General Calixto García, no pudo llegar a tiempo y que factores adversos la condujeron al fracaso.

Tras la fallida intentona, se vio obligado a deponer las armas y, traicionado por las autoridades colonialistas que prometieron trasladar al exilio a los jefes insurrectos, fue remitido a las prisiones españolas junto a José Maceo, Quintín Banderas y otros patriotas. En el cautiverio, permaneció junto a él, entre otros familiares, su esposa, Josefa Asencio, quien no resistió las penurias y murió un año antes de que el héroe fuera indultado en 1886, en virtud de la amnistía decretada por el nacimiento del rey Alfonso XIII de España.

A tal grado practicó el honor y la generosidad en el terreno militar, que muchos, incluso enemigos, lo llamaron el Caballero de la guerra. Durante su estadía en las prisiones españolas recibió cartas y visitas de oficiales y soldados españoles que fueron sus prisioneros y recordaban con gratitud su trato generoso.

Una vez liberado, se mantuvo presto para involucrarse en los movimientos conspirativos que se gestaron en Cuba, y garantizó en Oriente con su participación y apoyo el estallido revolucionario del 24 de febrero de 1895. Nunca se insistirá lo suficiente acerca del servicio determinante prestado por Guillermón a la Revolución en circunstancias tan complejas y apremiantes.

EN LA GUERRA DEL 95

Moncada llegó a ser un jefe decisivo en la preparación de la Guerra de Independencia de 1895 en el oriente del país, y precisamente debido a su intensa actividad revolucionaria fue remitido a la prisión Reina Mercedes de Santiago de Cuba (en la república neocolonial rebautizada como Cuartel «Moncada»), donde estuvo confinado durante siete meses, acusado por conspirar contra España. José Martí, conocedor de sus excepcionales méritos y de su crucial papel en el movimiento insurreccional, decidió extraer de los fondos del Partido Revolucionario Cubano la suma que exigían las autoridades coloniales para concederle la libertad condicional bajo fianza.

Después de ser liberado de prisión en 1894, Lino Dou, quien sería más tarde teniente coronel mambí, se encontró al Mayor General Moncada en una calle santiaguera y recordaba años después que un grupo de jóvenes se cuadró militarmente ante su presencia. «A sus órdenes, mi general», dijeron. Visiblemente emocionado, el veterano mambí sonrió y dijo: «¿Qué esperan, muchachos, a que me flaqueen las piernas?». Dou, más impetuoso que los demás, le indicó:

«Mi general, una orden suya y ya es hora». Los ojos de Guillermón se iluminaron: «Así me gusta, muchacho, tú sabes que no tendremos mucho que esperar».

Guillermón recibió la encomienda de encabezar la insurrección en Oriente y organizar las fuerzas hasta tanto se incorporaran Antonio Maceo y Máximo Gómez, los principales jefes militares del 68, y cumplió su deber pese a estar gravemente enfermo, a causa de la tisis que contrajo en la cárcel. Antes de morir de tuberculosis, en Joturito, Alto Songo, el 5 de abril de 1895, confió la jefatura de su región al Mayor General Bartolomé Masó, y le entregó el mando de las fuerzas a él subordinadas directamente al Coronel Victoriano Garzón. De esa manera cumplía con el compromiso contraído con Martí, el PRC y la Patria de mantener viva la llama de la guerra hasta el arribo de los jefes principales.

Cuentan que al conocerse la noticia de su muerte la consternación invadió las filas insurrectas, y su ayudante, el capitán Rafael Portuondo Tamayo, en cuyos brazos falleció el héroe, pronunció una frase de gran validez para todos los tiempos: «Los hombres como el General Moncada no se lloran, se imitan».


*Centro de Estudios Martianos

Fuentes utilizadas:
Los datos fueron tomados de: Colectivo de autores: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba, t. I, Editorial Verde Olivo, La Habana, 2001; Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba. Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales. 1868-1898, Editora Política, La Habana, 1996; Martí, José. José Martí. Epistolario [Compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá], Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1993; y Padrón Valdés, Abelardo: Guillermo Moncada, el Ébano de la guerra. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.



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