Celebridades como el golfista Tiger Woods y la actriz Emma Stone, que ayer se dio un paseo por Flushing Meadows y en breve aparecerá en las pantallas interpretando a la histórica tenista Billie Jean King, asistieron al encumbramiento de una tenista con la que nadie contaba y que al final, en otra de esas maravillosas historias que depara de vez en cuando este deporte, triunfó. Es Sloane Stephens, revelación de 24 años, la última campeona del US Opendespués de imponerse en la final a su compatriota Madison Keys, derrotada por 6-3 y 6-0, en casi una hora exacta (1h 01m).
Asistió Nueva York al despertar de una jugadora que, después de casi un año lejos de las pistas por una lesión en un pie, ha ascendido 950 puestos en poco más de un mes. En la final pulverizó a Keys, a priori favorita (por ranking) y después demolida por su amiga. Confirmó Stephens lo que se venía adivinando estas dos semanas, en las que fue transitando por el cuadro sin oposición, apeando a tenistas más experimentadas o de caché superior como Roberta Vinci, Dominika Cibulkova o Anastasija Sevastova, además de Julia Goerges y Ashleigh Barty, con la victoria frente a Venus Williams como adorno previo a la final.
Y en esta, sin rubor alguno, pulverizó a Keys, que en ningún instante encontró una fisura o la vía por la que hincarle el diente. Aunque esta ya había sorteado algunos pulsos comprometidos durante el trayecto a la final, no se preveía tal desequilibrio. La número 16 acabó desconcertada, después de chocar reiteradamente contra el muro de Stephens (diestra, de 1,70). Ni siquiera necesitó esta de una ofensiva, sino que le bastó con la fiabilidad de estas dos semanas. Desquició a Keys, que incurrió en 30 errores no forzados (frente a 6), la consecuencia de pegar a la desesperada.
De esta forma, Stephens se condecoró en un Grand Slam por primera vez y lo festejó Nueva York, una fiesta porque el tenis femenino estadounidense produce talento sin parar y logró incrustar a cuatro jugadoras en las semifinales (Stephens, Keys, Venus y Vandeweghe), dos en el capítulo final del torneo. Hacía 15 años (2002) que dos representantes del país no se medían por el título del major. “Quizá me debería retirar ahora”, bromeó la campeona, que se embolsó 3,7 millones de dólares por el éxito en Flushing Meadows y que ascenderá el lunes al puesto 17 del ranking mundial.
La tenista afroamericana, nacida en Florida, ingresó en el circuito profesional en 2007 y hasta este sábado se había hecho con cuatro títulos (Auckland, Acapulco, Charleston y Washington). Venía de firmar una buena secuencia en la gira norteamericana sobre cemento y, claro, con el trofeo neoyorquino en alzado en el aire, enseguida llegó la comparativa y en EE UU se planteó de inmediato lo siguiente: ¿Será capaz Stephens de recoger el testigo triunfal de las hermanas Williams?
Nadie contaba con ella, pero triunfó. Se llama Sloane Stephens.
DE SERENA A STEPHENS
El circuito femenino, volátil, cerrará la temporada con cuatro campeonas diferentes en los Grand Slams. El año comenzó con un nuevo logro de Serena Williams, que poco después anunció su embarazo y dejó de competir.
De esta forma abrió la puerta y las sorpresas han ido sucediéndose. Primero golpeó Jelena Ostapenko, campeona de Roland Garrros con 19 años; después llegó el segundo grande de Garbiñe Muguruza, el primero que obtuvo en Wimbledon; y ayer le tocó al turno a Stephens en Nueva York.