SANTA LUCÍA, Camagüey.— Como una señora imponente, soberbia y trágica, pasó Irma por la región norte de esta provincia. Sus demoledores impactos se sintieron en casi todos los municipios, y no solo dejaron destrucción, sino historias que trascenderán el tiempo, para convertirse en lecciones de vida.
Justo al amanecer del pasado sábado, en el bello litoral norteño de Santa Lucía nuestro diario salió, cámara en mano, para recoger las experiencias de una madrugada que, tal cual habían vaticinado los expertos, fue muy larga para quienes sufrieron la embestida de Irma, un huracán con categoría cinco en la escala Saffir-Simpson.
En las comunidades costeras de Residencial, Tararaco y La Boca, JR dialogó con vecinos que, a pesar de vivir distantes entre ellos, coincidieron en una frase muy cubana: «¡Esto fue de madre!».
Muy mala con la playa
Las gemelas Mariolis y Maydelin Osorio Tamayo cuentan desde el balcón del tercer piso de su apartamento en Tararaco, cómo los vientos en remolino movían todo el edificio; incluso los balcones se estremecían y los tanques llenos de agua fueron lanzados como pelotas.
«Después de esta experiencia no podemos quedarnos más si viene otro huracán. Todo el mundo lo advirtió, que este sería peor que Ike, pero nos confiamos. Nuestra familia se dio un abrazo muy intenso cuando vimos cómo los pedazos de fibrocemento de los tanques parecían papel volando», expresó Maydelin, mientras su sobrina de cuatro años dijo: «Irma fue muy mala con la playa».
A unos metros de distancia, la abuela Tomasa Romes Rodríguez deja escapar un suspiro. Es una gruesa señora de voz enérgica y sabia, que interrumpió el recorrido por Tararaco para afirmar: «Fue muy fuerte el huracán, pero si algo hay que “agradecerle” a este ciclón es su enseñanza, porque la manera en que sacudió a Santa Lucía le abrió las entendederas a algunos que se confiaron y no se resguardaron a tiempo».
Ramón Cruz Alonso es un trabajador de la Salina, ubicada en este poblado de pescadores, a quien la experiencia de sus 65 años de edad le permite aseverar: «Y menos mal que Irma viró sus vientos del sur a favor, porque si no la catástrofe hubiera sido mucho mayor. Imagínate que a las diez de la mañana del viernes aún estaba lejos de la costa de Nuevitas y ya no había quien caminara por las calles de aquí; solo los hombres de la Defensa Civil».
«Ahora a recuperarnos», enfatizó mientras iba camino a su puesto de trabajo.
Los daños en las viviendas y las áreas públicas son cuantiosos. Foto: ACN
En la boca no me quedo más
A unos 15 kilómetros está la playa La Boca, paraje donde la arena se apoderó de más de cien metros tierra adentro y barrió viviendas a su paso.
«Aquí el playazo se unió con el mar, el camino de asfalto fue cubierto por la arena que sacaron las olas de más de dos metros de altura y en el suelo hay sin vida miles de caracoles, estrellas de mar, cangrejos… y enormes piedras sacadas del fondo del océano», describió el oficial Fredy Rodríguez Alonso, jefe de sector en esta playa. Él pasó la noche del viernes y la madrugada del sábado en su «puesto de combate, porque esto fue un combate contra Irma, desde que decretaron la fase informativa», añadió.
Para Raynaldo Fontez López, nacido en esta zona, «con la naturaleza no hay quien pueda, y cercano al mar no hay construcción segura en estos casos».
El vecino Eduardo Basulto decidió quedarse en su confortable vivienda como lo había hecho cuando pasó Ike; ahora solo acierta a decir muy angustiado: «Esto fue el diablo pasando por La Boca; el peor momento que viví fue cuando una ola me arrancó uno de los cuartos del hogar».
El estomatólogo Reynaldo de León también pasó el huracán en su casa, ubicada en esta playa. Sus palabras expresan la mayor enseñanza de todas: «Me confié y con los ciclones nadie puede equivocarse, porque son muy poderosos. Sentí la furia de Irma susurrándome al oído, no solo por su poder y su fuerza, sino porque me quedé y no me protegí lejos del mar».
Manuel Solier Cruz, presidente del Consejo Popular de Santa Lucía, informó a JR que preliminarmente existían seis derrumbes totales en La Boca, y casi todo el fondo habitacional estaba dañado severamente.
Durante mucho tiempo la gente de estos lares al norte de Camagüey hablará de Irma, la «señora» que, entre tantos estragos, les dejó una última advertencia: con los huracanes no se juega, toda precaución es poca.
Daños preliminares
Aunque más del 70 por ciento del sistema eléctrico fue dañado en Camagüey, ya 64 circuitos disponían anoche del servicio de electricidad. Datos preliminares reportan que fueron afectadas 1 500 hectáreas de plátano, más de 400 de frutales y 105 naves avícolas en las que murieron 5 300 aves. Más de 400 teléfonos permanecían aún fuera de servicio y 1 306 viviendas sufrieron derrumbes totales.
El miembro del Buró Político, viceministro de las FAR Ramón Espinosa Martín, al frente de la región Estratégica del Ejército Oriental, orientó que la recuperación sea desde y con la participación del pueblo y destacó la importancia de limpiar los escombros y desechos sólidos para sanear los poblados y ciudades y contribuir a la campaña antivectorial.