Los sismos de septiembre abrieron una enorme cuarteadura en el edificio institucional de la democracia representativa. Lejos de apaciguarse con el paso de los días, la ira de rescatistas y ciudadanos hacia políticos, partidos e instituciones electorales crece. La exigencia de destinar a la reconstrucción recursos para el financiamiento de campañas electorales y partidos políticos se ha convertido en una bola de nieve, que rueda impulsada por una profunda indignación.