Desde 1999, todos los 21 de marzo se celebra el “Día Mundial de la Poesía”, decisión que fue aprobada por la UNESCO. Tras esta decisión, la celebración se llevó a cabo por primera vez en la ciudad de París.
El día nació con el propósito promover la enseñanza de la poesía; fomentar la tradición oral de los recitales de poéticos; apoyar a las pequeñas editoriales; crear una imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que no se considere una forma anticuada de arte, sino una vía de expresión que permita a las comunidades transmitir sus valores más internos y reafirmarse en su identidad; y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música y la pintura.
En Colombia se respira y se sigue el rastro de la poesía de la caucana Matilde Espinosa
Hoy en el medyo.com queremos reconocer a Matilde Espinosa, gran señora de la poesía colombiana, nació en Tierradentro, Cauca, donde su madre, María Josefa Fernández, fue maestra, partera y enfermera. Allá permaneció hasta los seis años, cuando se radicaron en Santander de Quilichao y más tarde en Popayán. Su padre, Luis, era hijo de Rafael Espinosa, poeta, pintor, orfebre, descendiente de José María Espinosa, el célebre miniaturista RRHH
Incluida en varias antologías y estudios analíticos sobre poesía colombiana y latinoamericana, vivió en París y Madrid y fue una de las primeras simpatizantes del Partido Comunista Colombiano. Para la crítica nacional y foránea, Matilde es la precursora de la poesía social en Colombia.
Vino al mundo en una región solitaria y abandonada. Por eso, desde que abrió los ojos, las diferencias sociales y económicas de un país que como el nuestro es modelo de inequidad social, le salieron al paso. Ahí surgió su canto que venía del hondón de una tierra abrasadoramente bella y desamparada. Ahí encontraron eco el grito de dolor del indio, el trabajo desconocido y heroico de la maestra rural, el tañido del hambre, de la desnudez, de la miseria endémica y sobre todo la denuncia de la carga biológica y cultural que soporta la mujer en el mundo.
Su verso sacó a flote y sostuvo con valentía extraña en esa época y sobre todo en una mujer, el drama de la violencia doméstica, la humillación que soporta la mujer en un silencio que tiene mucho de cómplice y cobarde. Ese capítulo cotidianamente repetido donde ella no puede responder como la sociedad ciegamente pretende, a los absurdos, los caprichos, las fábulas, las profanaciones y la ignorancia que la asedian. Su poesía, surgida en 1955 con la publicación de “Los ríos han crecido” -un libro de aguas y vientos desatados- vuela más allá de compromisos políticos o exigencias de coyuntura. Fue una mujer con posición definida en ese sentido pero consciente de que su misión no era la del trueque en que se ha convertido el ejercicio del poder en Colombia. Más allá de ese ceremonial macabro e hipócrita, cantó para la verdad, para la vida, éticamente responsable, profundamente convencida del valor de su palabra nacida y crecida a la sombra de los desequilibrios sociales más atroces y testigo vivo de cómo cercena el crecimiento civilista en Colombia, la omisión que soportan sus regiones olvidadas, donde la mujer sufre con mayor rigor la condición de ciudadana de segunda clase.
Libros como Los ríos han crecido, Por todos los silencios, Afuera las estrellas, Pasa el viento y El mundo es una calle larga, son volúmenes apologéticos de la tragedia humana agazapada en las regiones excluidas del Cauca. Más adelante vendrían: Memoria del viento y Estación desconocida. Mención especial requiere Los héroes perdidos, editado en 1994 y dedicado a la memoria de su hijo Manolo Martínez Espinosa, asesinado en Popayán en oscuras circunstancias. En sus páginas habla la madre más allá de cualquier requerimiento literario: No busco pañuelos para llorar/ simplemente me acerco a las mujeres/ que inventaron el tiempo/ tejiendo coronas/ para los hijos muertos. Luego aparecieron: La tierra oscura, publicado en el 2003 y Uno de tantos días, con la evocación que hace de Popayán en el poema titulado Ciudad Blanca: ¿Cómo acercarme a ti si nada traigo/ solamente mi voz/ y el corazón del hijo/ que sigue ardiendo?/ Nombres, fechas, gotas de eternidad/ crecidas en la hierba.
Es necesario insistir en el valor que traen las letras de Matilde, quien defendió su verdad Y dejó una ilustraciones poéticas que nos acredita como seres pensantes.
Cabe resaltar que en la ciudad de Popayán hay un Club de Lectura que lleva su nombre ‘Matilde Espinosa’ en donde se han encargado de mantener la poesía viva de uno de los seres más interesantes del País.