Poco después de finalizar la Primera Guerra mundial llegó hasta Los Ángeles Granville Redmond, un corpulento y maduro hombre de cerca de 50 años de edad que buscaba una oportunidad para ganarse la vida como figurante en algunas de las películas que se estaban rodando en aquel momento en la conocida como ‘Era dorada del cine mudo’.
La peculiaridad de este aspirante a actor era el no tener experiencia previa en el mundo de la cinematografía y, además, ser sordo. Había perdido la audición a los dos años de edad cuando padeció la escarlatina y aunque podía hablar lo hacía con mucha dificultad, por lo que se comunicaba mucho mejor a través del lenguaje de signos. Esto le hacía ser muy expresivo, algo idóneo en el tipo de películas en las que la gesticulación era primordial, por lo que no tardó en tener sus primeras oportunidades en alguna producción como figurante.
Pero Granville Redmond tenía un gran talento artístico, aunque éste no estaba relacionado con la cinematografía sino con la pintura, disciplina en la que había triunfado en sus años de juventud al ser considerado como una de las grandes promesas de la pintura impresionista e incluso haber llegado a exponer algunas de sus obras en importantes museos de París, donde vivió varios años. Pero la IGM desbarató sus sueños de triunfar totalmente como pintor y decidió probar suerte en el emergente mundo del cine para poder mantener a su esposa (también sorda) e hijos.
Ya en Los Ángeles tuvo la oportunidad de conocer a Charles Chaplin, uno de los más importantes actores, directores y productores cinematográficos de la época y con quien entabló una estrecha amistad.
Chaplin era un gran amante de la pintura y quedó prendado por el arte de los cuadros de Granville Redmond, comprándole algunos que llegaría a colgar en el salón de su casa, en el mismo lugar donde antes habían lucido fotografías del actor con las mayores personalidades de EEUU. Aquellos cuadros merecían ser observados sin distracción alguna.
Pero aparte de dar la oportunidad a Granville Redmond de trabajar en algunas de sus producciones como actor de reparto (en algunas con un protagonismo algo destacado), Chaplin también cedió gratuitamente al pintor una sala anexa a los estudios que éste utilizaría como estudio de pintura.
Entre rodaje y rodaje era frecuente encontrar a Granville Redmond pintando algún cuadro y a un par de metros de él a Charles Chaplin sentado en silencio, observando atentamente cómo el pintor expresaba toda su creatividad sobre el lienzo.
A pesar de su sordera y dificultad para hablar, Granville y Chaplin mantuvieron numerosas e interesantes conversaciones y lo hicieron a través del lenguaje de signos que el pintor enseñó al actor y que posteriormente éste utilizaría en varias de sus películas.
La capacidad de poder expresarse a través de gestos facilitó mucho el trabajo de Chaplin, quien vio en ello una posibilidad enorme a la hora de poder transmitir los diálogos del guion a pesar de tratarse de películas mudas y de ese modo los espectadores podrían entender mucho mejor la trama y mensajes sin tener que abusar de los típicos carteles que aparecían entre cada una de las escenas y que iban explicando parte del argumento.
También fue destacada alguna que otra de las interpretaciones de Granville Redmond en varias películas, en las que gracias a su uso de las manos los espectadores sordos que conocían el lenguaje de signos podían enterarse de cosas de la trama que otros no percibían.
Entre 1918 y 1931 Granville Redmond participó por lo menos en una decena de películas, aunque en la mayoría no figuraba acreditado su nombre (en aquella época solo aparecían los actores principales). La irrupción del cine sonoro le cerró muchas puertas a poder seguir trabajando en el cine y poco se sabe de su vida en los siguientes cuatro años, constando el 24 de mayo de 1935 como fecha de su fallecimiento (a los 64 años de edad) a causa de una afección cardiaca.
En el siguiente vídeo puede visionarse un resumen con unas pocas escenas de películas en las que participó Granville Redmond.
(Tomado de Yahoo Noticias)