Pedro Juan Alzate Giraldo
LA PATRIA|Medellín
Misa de réquiem por su madre fue la primera eucaristía que José Néstor Valencia Zuluaga celebró en Pensilvania, en diciembre de 1950, tan pronto retornó de Roma, ciudad en la que se había ordenado de sacerdote, y en donde había cursado estudios superiores de teología y filosofía. Motivado por los miles de feligreses del atiborrado templo se llenó de valor para interceder ante Dios por su progenitora, a quien apenas si le había alcanzado el tiempo de vida para cumplir el sueño de ver y abrazar a su hijo ungido sacerdote.
Su brillantez intelectual mereció que de inmediato fuese asignado como docente en el Seminario Mayor de Manizales, en donde estuvo varios años impartiendo sus conocimientos a los jóvenes seminaristas, para posteriormente regresar a Pensilvania en donde ejerció de coadjutor del párroco de la época.
Durante la permanencia en su tierra natal se destacó por su sabiduría, humildad y mística de servicio al prójimo, cualidades personales de las que se beneficiarían los miles de feligreses de las demás parroquias de Caldas, y en especial los vecinos de la Inmaculada de Manizales, parroquia en la que ejerció gran parte de su apostolado religioso.
“Hasta aquí no más, mi amo”
Estando en Pensilvania se produjo el catastrófico incendio del 21 de julio de 1955, que estuvo a punto de acabar con el pueblo. Una vez los esfuerzos de los bomberos y de todos sus habitantes resultaban insuficientes para apagar las llamas que amenazaban por extenderse a todo el pueblo, apareció de repente el padre José Néstor ataviado con los ornamentos sacros, se acercó hasta donde el fuego se lo permitió, e hincándose de rodillas levantó el copón en lo alto, mientras suplicaba a Dios la detención del fuego: “hasta aquí no más, mi amo”. Cuentan los presentes que a partir de ese momento la intensidad de las llamas fue disminuyendo hasta apaciguarse por completo.
Pensilvania presente en sus obras
Si bien no frecuentaba a Pensilvania como lo deseaba, siempre estaba pendiente de los acontecimientos que se iban produciendo para reproducirlos en artículos o cuentos, algunos de los cuales alcanzó a publicar y otros tantos que quedaron inéditos, pues su discapacidad visual le impidió llevar a cabo todos los proyectos literarios, en los que su tierra natal –que tanto amaba- siempre estuvo presente.
No en vano, cuando contaba con la plenitud de sus capacidades físicas, escribió y publicó cientos de artículos literarios, de historia, obras afines con su apostolado y cuentos de corte costumbrista: "Rasgos de un colono de Cristo", es la biografía del padre Daniel María López, uno de los evangelizadores más importantes de Pensilvania, y posteriormente, con motivo de la celebración de los cien años de la fundación de la parroquia, publicó "Pensilvania o cien años de fe", en la que recoge la historia religiosa.
“El bodegón del tiempo” es una serie de cuentos que nos transportan entre la realidad y la fantasía por aquellas leyendas ancestrales que aprendimos a querer desde niños y de algunas vivencias del propio autor. Al final de sus días hizo una adaptación personal del antiquísimo cuento persa Sebastián de las Gracias, muy conocido entre nosotros por tradición oral de nuestros mayores.
José Néstor se caracterizó por su vocación académica, por ello frecuentemente se le veía estudiando en los anaqueles de las bibliotecas o indagando directamente con los testigos presenciales de algún acontecimiento sobre el que deseaba escribir. Los idiomas eran otras de sus pasiones; además del latín y el griego, conocía el italiano, el francés y el inglés, destrezas adicionales que sumadas a sus méritos personales le facilitarían el desempeño profesional en la nueva etapa de su vida que llegaría unos años más tarde.