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Iñaki Elices
Es cierto, a los bares se les abre una nueva posibilidad de negocio si prospera el proyecto del Gobierno de prohibir fumar en todo local público. Luis Marcos, sí, el profesor de la UBU y secretario del PCAL, me lo comentaba ayer. Las familias con hijos pequeños, como es lógico, huyen del humo como de la peste. Y hoy en día es imposible encontrar un garito en Burgos que haya optado por desterrar el tabaco de su local. Con la Ley Antitabaco que entró en vigor en 2006, los establecimientos de menos de 100 metros cuadrados tuvieron la posibilidad tanto de permitir como de prohibir fumar. Todos se decantaron por la primera opción, por temor a perder clientela. Sin embargo, la lógica dice que una buena parte de la población, dos tercios -los que no fuman- estaría encantada de frecuentar cafeterías libres de humos, tengan o no hijos. A los empresarios valientes se les abría una oportunidad. Pero no supieron o no quisieron arriesgarse a aprovecharla: prohibir y dar publicidad a tal decisión con un eslogan del tipo ‘El único sitio de Burgos donde acudir con sus hijos’ o ‘No tema, en este bar no tendrá que tragar el humo de los demás’. Seguro que muchos burgaleses habrían acogido la iniciativa con buenos ojos. O no. Quién sabe. Con los fumadores ocurre algo curioso. Mucha gente los ve como víctimas de una discriminación injusta. A veces me pasa. Y cuando uno de ellos dice con pena, no, a ese restaurante no que no permite fumar, acabas cediendo a sus pretensiones al verle la cara de perro abandonado que pone. En fin, quizá ocurra que no haya muchos ciudadanos dispuestos a acudir a unos bares que ahora por obligación liberan de humo sus locales tras años olvidando a un sector de población que aborrece el tabaco