Opinión
27/02/2010
Fernando Jáuregui
"Esto sólo lo arreglamos entre todos". Es el titular de una campaña que vamos a tener hasta en la sopa en los próximos días. Una iniciativa de una serie de grandes empresas y bancos, coordinada por las cámaras de comercio y, desde luego, apoyada desde la retaguardia por el Gobierno. Que, al menos, reconoce ahora que él solo no puede, contra lo que se decía hace no mucho ("confíen en el Gobierno", nos remachaban, ¿recuerdan?). Bien, estamos de acuerdo: esto sólo lo arreglamos entre todos. Pero todos, ¿eh?
Tiene mucho que ver esta campaña con las reuniones que ahora comienzan entre el Gobierno y los distintos grupos de oposición con el clamor de fondo de la ciudadanía exigiendo un pacto para arreglar la economía. ¿Cómo? Pues restableciendo la confianza de los españoles en su clase dirigente. Pero, hasta ahora, esa clase dirigente no ha dado muestras de haberse enterado de ese clamor. Cierto, el presidente Zapatero ha iniciado un viraje de ciento ochenta grados en sus postulados al respecto, y hay que agradecérselo. Pasó de aquel 'imposible pactar por diferencias ideológicas' de su rueda de prensa el 30 de diciembre al 'pactemos sin condiciones' de mediados de febrero. Cierto, igualmente, ahora, en lugar del 'confíen en el Gobierno', se nos proclama que 'esto sólo lo arreglamos entre todos'; con el PSOE y con el PP, se supone, también. Al menos, un rasgo de cierta humildad.
No menos verdad es igualmente que el primer día de encuentros, el pasado jueves, en torno al papel-esquema de la vicepresidenta Salgado no ha sido demasiado alentador, pero tampoco excesivamente desalentador. Toda negociación, incluida aquella de los pactos de La Moncloa, empezó así: enseñándose los dientes. Algún tipo de pacto llegará, y ya se ve que las principales empresas del país, las que generan trabajo, están en ello, advirtiendo -y se van a gastar unos milloncetes en ello- que "esto sólo lo arreglamos entre todos".
Ya se ve que los sindicatos, además de los encuestados en los sondeos, también están por el pacto y hasta la incómoda Esperanza Aguirre, que suele ir por libre -no hay más que ver la pronta desautorización recibida de su secretaria general- anda pregonando nada menos que la máxima dosis de consenso, consistente en un Gobierno de gran coalición, o algo semejante, que, dicho sea de paso, no me parece una idea descabellada: desde esta modesta columna vengo pidiendo algo así desde que se conocieron los resultados de las elecciones de marzo de 2008. O sea, casi dos años perdidos ya.
Por supuesto, la política oficial y la oficiosa de la oposición no se van a mover por una campaña publicitaria más o menos, por muy fuerte y acertada que sea esta campaña. Pero, al final, el clamor ciudadano se refleja en imágenes y esta vez les toca a los Buenafuente, Barceló, Adriá y compañía ser quienes pongan cara y ojos a la necesidad del pacto. Pacto, sí, porque la confianza del hombre de la calle sólo se conseguirá con un paso político ejemplar, que refleje el patriotismo de aquellos a quienes hemos elegido para que nos representen.
Está claro que sólo el Gobierno no puede, y menos este Gobierno que tantas muestras de descoordinación está dando -urge, en todo caso, una importante remodelación ministerial que ponga fin a episodios como el de la congelación, o no, de los sueldos de los funcionarios-. Ni siquiera Gobierno y PP, con los aditamentos de los nacionalistas, pueden. Ni siquiera contando con los sindicatos, con los partidos de la izquierda -que aún siguen hablando de 'izquierda y derecha', como quiso hacer Cayo Lara, de manera entiendo que desafortunada, con la que está cayendo- va a ser posible. Ha llegado, es de temer, la era del 'sudor y lágrimas' para todos, y de ahí la campaña. Estamos, ya lo dicen los meteorólogos, ante la tormenta perfecta: hay que saber salir de ella.
Pero no va a ser posible a base de pedir a los españoles que se aprieten el cinturón, mientras 'ellos' sigue con sus debates acerca de si hay o no que subir el IVA -desafortunada medida donde las haya, y mira que se ha advertido desde todas las instancias-. Primero les toca a ellos bajarse del pedestal absurdo en el que se han subido, los unos aferrándose a sus errores, los otros enganchados al 'rectifiquen, rectifiquen, rectifiquen', que suena al 'programa, programa, programa' del inflexible Julio Anguita. Pues eso: que sólo entre todos podemos, pero quienes se reunían el jueves en el ya famoso palacete de Zurbano también son 'todos'. ¿O tendremos que seguir soportando ese 'ellos' y 'nosotros' que constituye la base de la gran injusticia social en la que se ha basado este país