SEPTIMO TEMA
LA ORACION DE INTERCESION.(I)
Con la colaboraciòn de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo.
Ante la perspectiva de la destrucción de Sodoma y Gomorra, se nos presenta la figura de Abraham, que, enternecido, se presenta ante Dios, entrando en una buena ley del regateo, intercediendo por esas ciudades. (Génesis, 18, 22-32)
El pueblo de Israel está luchando contra los Amalecitas. Mientras tanto, Moisés, en la cima del monte, oraba con las manos en alto. El ejército de Israel ganaba mientras Moisés tenía las manos alzadas, pero el ejército de Israel perdía cuando Moisés bajaba las manos. (Exodo 17,8-16)
Pero la figura preeminente del intercesor se encuentra en Jesús, cuando en la cruz, extendidos sus brazos, grita: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)
Nadie, por poca sensibilidad que tenga, puede mirar al mundo de hoy, con sus problemas y horrores, sin preguntarse: "¿Qué hacer?
Esta misma pregunta se hacía Mons. Alfonso Uribe Jaramillo, (Revista ALABANZA, Nº 96) después de dar un vistazo a los males que nos aquejan.
"La humanidad vive actualmente una hora apocalíptica. La violencia es cada día más destructora y ciega.
La droga está aniquilando a millones de hombres, especialmente a los jóvenes.
La inmoralidad en todas sus formas está predominando cada día con más descaro y está destruyendo la familia, arruinando las mentes y los cuerpos de gran parte de la juventud.
Un ídolo, llamado dinero y bienestar, quiere ser dueño del mundo.
El pecado se apodera de las conciencias y la virtud es objeto de desprecio y vilipendio.
Las obras de la carne aparecen por todas partes con abundancia creciente y arrecia el combate espiritual descrito por San Pablo (Efesios 6,10 ss.)
Con angustia vemos a millones de niños asesinados antes de nacer o tratados injustamente por padres carentes de afecto.
Mujeres sometidas al ultraje, a la prostitución y a trabajos inhumanos.
Esposas traicionadas y hogares deshechos por el vicio y la incomprensión. Ciudades y campos manchados con sangre humana derramada por hombres violentos que no tienen ningún respeto por la persona.
Vivimos en una hora de tinieblas y en un mundo que va perdiendo el amor y se va sumiendo en los horrores del odio".
¿Qué hacer, se pregunta Mons. Uribe Jaramillo, frente a tantos males y a tantos peligros?
Los hombres se esfuerzan en buscar soluciones y a planificar grandes proyectos; pero es muy poco lo que consiguen. Se revisten de fuerza y poder y todo es en vano. Lo que consiguen es acrecentar su poder por encima de otros pueblos a través de la fuerza.
No entienden la Palabra de Dios que por boca del Profeta Zacarías nos dice:
"NO POR EL PODER DE LAS ARMAS NI POR LA VIOLENCIA, SINO POR MI ESPÍRITU, DICE YAHVE". (Zacarías, 4,7)
"Solamente un ejército de intercesores que se una a la intercesión de Jesús podrá vencer a los ejércitos del mal que avanzan por todas parte."
LA INTERCESIÓN DE JESÚS..
"La carta a los Hebreos nos dice que Cristo está siempre vivo para interceder a favor nuestro. (Hebreos 7,25) Lo que hace ahora en el cielo como Sumo Sacerdote glorificado, lo hizo a lo largo de su vida mortal. Los evangelios nos hablan con frecuencia de la oración de intercesión de Jesús.
Motivo de profundo aliento y consuelo en medio de los males que nos aquejan es saber que Jesús resucitado y exaltado a la diestra del Padre es el Pontífice eterno que intercede continuamente por nosotros".
"Tres textos nos revelan especialmente esta gran verdad.
1 - San Pablo escribe a los Romanos: Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros. (Romanos 8,34.
2 - En la carta a los Hebreos leemos: Pero Jesús posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por nosotros. (Hebreos 7, 24-25).
3 - San Juan escribe: Si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero. (1 Juan 2, 1-2)".
NUESTRA INTERCESIÓN.
Pero Cristo Sacerdote es la Cabeza sacerdotal del cuerpo sacerdotal que es su Iglesia, a la cual pertenecemos desde el bautismo.
Por ello a nosotros se nos dice:
Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad, para anunciar las grandezas del que os ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa. (1 Pedro, 2,9).
Cada uno de nosotros, por el bautismo, comparte el sacerdocio de Cristo de una manera singular. Jesús, como Sumo Sacerdote, está intercediendo por todos nosotros. Nosotros, al compartir el sacerdocio de Cristo, tenemos que estar en intercesión por todo el mundo, y esta intercesión debe estar asociada a la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Nuestra intercesión es tanto un derecho como un deber. Nadie que se sienta verdadero cristiano, está exento de este deber. Nadie puede estar identificado con Jesús, sin estar identificado con su misión intercesora ante el Padre. La intercesión no está reservada a los sacerdotes, o religiosos o a los que tienen un ministerio especial. La responsabilidad de la intercesión recae sobre cada miembro individual. Solo podremos cumplir el segundo precepto, Amarás a tu prójimo como a ti mismo, cuando entendamos que la salvación es para todos y cuando cada uno de los creyentes sea un instrumento de intercesión.
No caben discursos ni palabras ni razonamientos para entender la necesidad de la intercesión y sentir el acicate de este ministerio. La oración de alabanza, le meditación de la Palabra de Dios, junto con la súplica al Espíritu Santo, nos hará penetrar en el Corazón de Jesús, desbordante de compasión y misericordia hacia todos los hombres, y nos hará sentir la necesidad de ser canales de su amor, a través de la intercesión. Interceder es lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. Si no hay una vivencia continua con Cristo Jesús, difícilmente entenderemos la intercesión y menos la practicaremos.
Ser intercesor es ser uno en Cristo, es unirse a Cristo en su intercesión como el único intercesor ante el Padre a favor de todos los hombres. Este es un principio fundamental del intercesor.
La oración de intercesión consiste en una petición a favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos; por todos los hombres, por todos los constituidos en autoridad, por los perseguidores, por la salvación de los que rechazan el evangelio.
Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación. En las dificultades, en la evangelización, en el desarrollo de la comunidades, siempre la oración de intercesión precedía y acompañaba cualquier acción.
(Catecismo de la Iglesia Católica, números 2634 - 2636; 2647)
Volviendo a mirar los graves males de la humanidad, se siente la premura del momento. Y surge la pregunta:
¿CUÁL ES MI RESPUESTA?
¿CUÁL ES TU RESPUESTA?
Tal vez te pueda ayudar a tomar una decisión, la siguiente
oración
Padre, simplemente vengo a ti.
Vengo como soy en toda mi pobreza.
Sé que puedo venir a ti no importa como esté.
Vengo a buscar tu misericordia y tu gracia de nuevo.
Perdóname mis errores y fracasos, las veces que me he perdido cuando mis prioridades no han seguido el orden correcto.
Vuelvo a aceptar el don gratuito de tu amor, que me ofreces.
El don gratuito de la vida eterna por medio de tu hijo Jesucristo.
Reconozco de nuevo a Jesús como Señor y Salvador de mi vida.
Padre, quiero empezar de nuevo hoy.
Envía tu Espíritu Santo para llenar mi corazón otra vez.
Que el fuego de tu espíritu purifique mi corazón.
Prende mi corazón en el fuego de tu Amor.
Ven Espíritu Santo como en el Cenáculo, ven en tu poder y dale poder a mi vida.
Libera en mí los dones que tienes para mi vida.
Incita el deseo ferviente de comulgar contigo a diario. Libera el don de la oración verdadera y perseverante.
Utilízame como instrumento para la construcción de Tu Reino.
En el Nombre de Jesús, te ruego por esto.
Amén.
(La anterior oración es de Kim Kollins de la "Zarza Ardiente").