Esta debe ser nuestra máxima ambición:
morir sobre el pecho de María, pues allí no nos alcanzará la justa mano de Dios ni la astucia de los demonios y de todo el Infierno que querrá perdernos a último momentos, sabiendo que ya nos estamos por escapar de sus manos maléficas. Hay promesas solemnes de María en que nos asegura que el que la honre diariamente con el rezo de siete avemarías recordando sus siete dolores, tendrá la dicha de ver el rostro de la Virgen en el momento de la muerte. También el rezo de tres avemarías en honor del poder, sabiduría y amor que le concedió la Santísima Trinidad, hace que la tengamos como Protectora en el momento crucial de nuestra muerte. Dicen que el árbol cae hacia el lado en que está inclinado. Por eso inclinémonos durante toda nuestra vida hacia María, tengámosle una tierna y constante devoción, y entonces en el momento de nuestra muerte la veremos y nos reclinaremos sobre su pecho virginal y moriremos en paz y nos salvaremos.
Felipe de Urca -Jardinero de Dios-
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