Después del Avemaría, la plegaria mariana más hermosa y más universal es la antífona: “Salve Regina”
No se sabe todavía quién ha sido su verdadero autor.
Quien mejor la explica en San Alfonso María de Ligorio en su libro “Las glorias de María”
Expliquemos brevemente:
Dios te salve, Reina y madre de misericordia: ¿Por qué la Iglesia la llama Reina de misericordia? Responde San Bernardo: para que sepamos que la Virgen abre los tesoros de la misericordia a Dios a quien le place, cuando le place y como le place. Así que no hay pecador, por enormes que sean sus pecados, que llegue a perderse si lo protege María. ¡Qué confianza debemos tener en esta Reina!
Vida y dulzura: María es Vida nuestra, por que nos concede de Dios la gracia perdida por el pecado que es muerte. Es vida también porque nos alcanza de Dios la perseverancia final, si se la implora. Es Dulzura porque es madre; y está presente en las horas amargas de la vida, como consoladora de los afligidos, refugio de los pecadores y auxilio de los cristianos. Dulzura, porque nos alcanzará muerte dichosa y suave.
Esperanza nuestra, Dios te salve: Esperanza de todos los hombres. Los protestantes y jausemistas llevaron muy a mal que saludemos a María con este título, por parecerles que sólo Jesús es el Redentor.
Tenemos que decir que la esperanza que depositamos en María no menos cabe la esperanza en el Redentor, sino que la aumenta.
Esta esperanza en María se basa, se funda en su poderosísima intercesión ante su Hijo, con el fin de que se compadezca de nosotros y nos otorgue su gracia y su perdón. La salvación, sí, viene de Dios, pero a través de María, Abogada y Mediadora de todas las gracias. En este sentido María es la dulcísima esperanza de todos los hombres. Es esperanza sobre todo para los pecadores, que viven sumergidos en la noche del pecado. ¿Qué tienen que hacer? Acudir a María que es luna que brilla en la noche
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva: Estamos en la vida, como un destierro. ¡Qué hermoso poder cantar con María! Y en este destierro tenemos, como los israelitas tantas tentaciones... ¡Invoquemos a María y Ella vendrá en nuestra ayuda!
A ti suplicamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas: La tierra es eso: un valle de lágrimas y miserias La vida es un destierro, lejos de la patria que es el cielo.
Nacemos y morimos llorando. Y entre la primera y la última lágrima, ¡Cuántas más derramamos a diario!
Y aquí viene María a consolarnos, pues es Consoladora de los Afligidos, y asi no caer en la negra desesperación.
Ea, pues, Señora, Abogada nuestra: Es abogada poderosa para alcanzarnos de Dios la salvación. Jesús no niega nada a su madre en el cielo, pues María no le negó nada a su Hijo en la tierra.
San Bernardo llama a María la omnipotencia sublime, porque con sus ruegos alcanza siempre cuanto quiere. Así que, tranquilos, si tenemos a María como abogada, no tengamos miedo de la sentencia final del Juez, su Hijo. ¡Estaremos salvos! ¡También los pecadores si acuden a ella, arrepentidos!
Vuelve a nosotros, tus ojos, misericordiosos: en la 1° petición de la Salve: que nos mire con ojos misericordiosos ¡No tengas en cuenta nuestros pecados! ¡Qué bondad, que ternura! ¡Cuando una madre mira con ojos de misericordia a su Hijo!
Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre: en la 2° petición Con este bendito fruto habremos logrado todo: la salvación eterna y la felicidad verdadera. Eso es el cielo disfrutar de este bendito fruto de María. Le estamos diciendo implícitamente a María que nos libre del infierno, que nos socorra en el purgatorio.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce virgen María: La clemencia es virtud propia de los reyes, que se compadecen de los delincuentes, perdonándoles o disminuyéndoles las penas a que habían sido justamente condenados. María es Reina. Es tal su piedad, que va siempre buscando a quien dar la vida y la salvación.
¡Qué suave es el nombre de María!
“Es clemente con los miserables, piadosa con los que la invocan, dulce con lo que la aman. Clemente con los penitentes, piadosa con los que progresan en la virtud, dulce con los que llegaron a la perfección. Clemente, librando de los castigos, piadosa, colmando de gracias, dulce, dándose a quien busca” |