Divino Niño Jesús, hoy has nacido y mi corazón se estremece de gozo
y de ternura al verte tan pequeñito en el pesebre, necesitado de amor,
de calor, de cariño. Yo quiero darte mi corazón y mi vida,
Precioso Niño. ¡Gracias, Señor, por tu infinito amor hacia nosotros los hombres!
Quiero, a partir de hoy, vivir solo para agradarte,
para consolarte de tanta frialdad y odio que te da el mundo.
Yo con mi amor quiero abrazarte y hacer que te sientas
feliz entre mis brazos.
¡Qué hermoso eres Niñito Jesús,
eres el más bello de los hijos de los hombres!
Yo soy un pobrecito pecador que tiene miedo de acercarse a la Majestad divina.
Pero en cambio me siento confiado en acercarme a ti,
que eres un pequeñito todo amor y ternura,
y que me esperas con tus bracitos abiertos,
lleno de dulzura para mi pobre corazón herido y abatido,
cansado por las luchas y sufrimientos de esta vida.
Déjame apoyar mi cabeza sobre tu Corazoncito,
que hace poco ha empezado a latir y ya nunca dejará de hacerlo,
y permíteme que te acaricie y que te adore con todo mi ser,
y que llore de alegría porque estás conmigo y ya nunca
te separarás de mí.
¡Bendito seas Divino Niño Jesús!
¡Te amo con todo mi corazón y espero que me darás
el Cielo cuando llegue la hora de mi muerte!
Dulce Niño Jesús me entrego completamente a ti,
has lo que quieras conmigo, que sé que todo lo que suceda
en mi vida estará preparado por Ti.
¡Te amo, Señor mío! ¡Gracias Dios de misericordia!
|