Se es valiente cuando se huye de la contienda, cuando se sabe retroceder ante una pérdida estrepitosa, se es valiente cuando se sabe reconocer perdedor, se es valiente cuando se ama y valora algo tanto que es mejor dejarlo libre, sin ataduras. Valiente es aquél que aún con su corazón hecho jirones sabe decir basta, se es valiente cuando se ama y se sabe decir adiós a la amada. Cuántas lágrimas tengo que derramar para ser valiente, cuanto tengo gemir y suspirar, cuanto tengo que rogar.
Hoy en la soledad de mi corazón, mientras caen las gotas otoñales reflexiono sobre la necesidad de ser amado y comprendido, sobre cuestiones tan íntimas como el porqué de la vida, del amor, del desamor.
Cosechas lo que siembras, y aunque la desolación a veces se cierne sobre mí, no me rindo, no dejo correr lágrimas en vano, soy valiente en seguir vivo, luchar y no rendirme, es sonreír ante cada eventualidad como una aventura, llena de historias, de emociones, de acción, de VIDA.
A veces creo que encajo en las encrucijadas de la vida, otras que soy una efímera sombra, que languidece sin pena ni gloria, pero soy como un barquito en alta mar, en plena tormenta, la llevan donde quieren, hacia sitios recónditos, algunos tan impresionantes y emocionantes que exultan de alegría, otros sombríos y lúgubres, que ni la voluntad férrea del barquito le hacen escapar, tan sólo puede esperar a vientos mejores, a que la corriente le enseñe nuevos horizontes.
Creo que estoy cansado, me pesan los sinsabores de mi historia y hasta diría que me pasan factura, pero otras resurjo con más fuerza, con más energía, y no me rindo, nunca; pero cuántas desfallezco.
Soy más libre cuando digo lo que siento, y a medida que pasa el tiempo me hago más vulnerable y solitario en este destierro. Soy mendigo del amor.
(AUTOR DESCONOCIDO)