Me gusta ver las películas de guerra. Recuerdo una escena en la que un pelotón americano estaba en territorio enemigo y se encuentran sin querer caminando en un campo minado. Tenían que salir rápido de allí porque eran un blanco fácil para los tiradores enemigos. Pero si pisaban una mina morían por la explosión. Así que el sargento hizo alinear a pelotón en una apretada fila y comenzó a marcar el camino de salida, enterrando un cuchillo en el piso buscando las minas. Si encontraba alguna doblaba para evitarla. Y detrás de él todo el pelotón pisaba sobre sus pisadas. Era mortalmente peligroso buscar otro camino.
Era posible que no pasara nada, pero había grandes probabilidades que alguno pise una mina. Necesitaban afirmar sus pasos sobre el camino marcado. Como siempre pasa en todo grupo, estaba el apurado que quería salir rápido de esa trampa mortal. El plan propuesto era lento pero seguro. Así que el soldado díscolo sale de la fila y comienza a avanzar por su camino más rápido y decidido.
Avanzó unos metros sin problemas ante los reclamos e insultos de sus compañeros. Pensaba que hacía lo correcto hasta que pisó una mina y voló despedazado por el aire. El sargento comenzó a apurarse pero antes que pudieran salir del campo aparecieron los vietnamitas. Varios más del pelotón murieron ese día por la tontería del soldado apurado.
Pensamos que podemos caminar sin consecuencias por el camino que queramos. Y nos creemos con la misma impunidad que aquel soldado apurado de la película. Suponemos que no tendremos consecuencias por querer tomar nuestros atajos a los caminos de Dios. Nos cansa la obediencia y la voluntad de Dios, y nos creemos más inteligentes y divertidos al hacer nuestro propio camino. Y no comprendemos las graves consecuencias de hacerlo.
Vemos que muchos caminan por donde quieren, viven como quieren, hacen lo que quieren y piensan como quieren y les va bien. Caminan por la vida, sin darse cuenta que están caminando por un campo minado y en cualquier momento, pueden explotar.
Afirma tus pies en el camino de Dios. No hay ningún otro camino más seguro y estable. Puede parecer más lento pero las consecuencias son siempre favorables. Hacelo por vos, y también por los que tenés al lado.