Cenar con los amigos,
abrirles el corazón sin miedo,
lavarles los pies con mimo y respeto,
hacerse pan tierno compartido y vino nuevo bebido.
Embriagarse de Dios, e invitar a todos a hacer lo mismo.
Visitar a los enfermos,
cuidar a ancianos y niños,
dar de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos;
acoger a emigrantes y perdidos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Enseñar al que no sabe,
dar buen consejo al que lo necesita,
corregir al que se equivoca.
Consolar al triste,
tener paciencia con las flaquezas del prójimo.
Pedir a Dios por amigos y enemigos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Trabajar por la justicia,
desvivirse en proyectos solidarios,
superar las limosnas.
Amar hasta el extremo,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Ofrecer un vaso de agua,
brindar una palabra de consuelo,
abrazar con todas nuestras fuerzas,
denunciar leyes injustas,
salir de mi casa y círculo.
Construir una ciudad para todos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.
Un gesto solo, uno solo, desborda tu amor, que se nos ofrece como manantial de vida.
Si nos dejamos alcanzar y lavar, todos quedaremos limpios, como niños recién bañados,
para así poder descansar en tu regazo,
¡Lávame, Señor! ¡Lávanos, Señor!
FUENTE: FORTUWEB.