“Introducción al Cristianismo” es una de sus obras maestras. En ella, el joven Joseph Ratzinger narraba que el payaso de un circo corría hacia la población más cercana para pedir ayuda. El circo donde trabajaba había sido presa del fuego, unas llamas terribles lo estaban consumiendo y amenazaban con hacer lo mismo al pueblecito si no se actuaba con agilidad.
Aquellos pueblerinos, creyendo que la petición de auxilio era parte del “show”, no hacían más que revolcarse de la risa ante los gestos del payaso. Entre más drama hacía, más se reían, sin que les pasara por la mente el peligro que acechaba.
El actual Papa usó esa imagen para representar el papel del teólogo frente al mundo actual. Se encuentra predicando la verdad de la fe, y el mundo lo ignora. Sí, ignora que de ese mensaje se desprenda su salvación. Incluso se mofa de él y lo rechaza.
Joseph Ratzinger no tenía idea de que aquella reflexión que su bolígrafo plasmaba sobre el papel sería la descripción de su vida misma más de treinta años después. Hoy, ese joven teólogo viste de blanco y carga sobre sus hombros el peso de su “profecía”. Él, Benedicto XVI, ejemplifica mejor que nadie el papel de ese payaso de “Introducción al Cristianismo”: una predicación de la salvación, frente a una muchedumbre de oídos sordos y apabullantes carcajadas.
Es inevitable ver que este Papa, en buena parte del mundo, está sufriendo un rechazo durísimo. En otra buena parte la acogida está siendo, aunque no tan ruidosa, sí muy firme. No es tiempo para temer. El Dueño de la “barquita” que el Papa guía, ha dicho que las puertas del infierno nunca prevalecerán sobre ella. Por ese motivo es cien por ciento seguro que, venga lo que venga, esa Barca no va naufragar. Peores crisis ha vivido en sus dos mil años de historia y, aunque azotada, sigue en pie porque sigue en pie la promesa del Dueño.
El mismo Dueño de la Barca dijo que cuando un árbol da fruto, debe ser podado para que se fortalezca y dé más fruto. Ahora mismo, esa Iglesia está siendo podada y saldrá más fuerte y vigorosa. Eso es un hecho.
El payaso de aquel circo advirtió del peligro. Quien hizo caso se salvó del fuego. Los que no, fueron arrasados por las inminentes llamaradas. Esperemos que no suceda algo similar cuando este “profeta” de nuestro tiempo, el Papa, nos previene de tantos peligros para la humanidad.
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