Levanto mis ojos
de donde viene mi esperanza.
La esperanza me llega a borbotones de Tú inmenso amor,
de que no te olvidas nunca de mí.
Muchos hombres ponen su esperanza
en que tengan suerte en el juego,
en que todo les salga bien,
en la solución de sus problemas.
Mi esperanza es pronunciar Tu nombre.
Mi alegría se llama conocerte,
saber de tu bondad infinita,
más allá de donde alcanza mi razón.
Tú eres una puerta abierta,
una ventana llena de luz.
Cuando los hombres
me miran,
me preguntan por qué sigo creyendo,
por qué Tú sigues siendo mi esperanza,
Y me digo:
¡si te conocieran...
si supieran sólo un poco de Tí...
si ellos descubrieran lo que Tú me has dado
estoy seguro de que no dirían lo que dicen!
Pues Tú eres maravilloso,
acoges mis pies cansados....
Por eso, por todo y por siempre,
Tú, Señor, eres mi esperanza."
Amén.