Palabras de Jesús a María Palabras de Jesús a María
21 de octubre de 1943
Dice Jesús:
“Como veis, si transgredís el decálogo transgredís el amor. Así es para los consejos que os he dado que son las flores de la planta de la Caridad. Entonces, si transgrediendo la Ley transgredís el amor, es evidente que el pecado es falta contra el amor. Y por eso debe expiarse con amor.
El amor que no habéis sabido profesarme en la tierra me lo tenéis que dar en el Purgatorio. Por eso os digo que el Purgatorio sólo es sufrimiento de amor.
Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a la espalda la idea de Él, habéis vivido amando a todos y amándole poco a Él. Es justo que, no habiendo merecido el Infierno y no habiendo merecido el Paraíso, os lo merezcáis ahora, encendiéndoos de caridad, ardiendo por cuanto habéis sido tibios en la tierra. Es justo que suspiréis durante miles y miles de horas de expiación de amor lo que no habéis suspirado miles y miles de veces en la tierra: por Dios, finalidad suprema de las inteligencias creadas. A cada vez que habéis vuelto la espalda al amor corresponden años y siglos de nostalgia amorosa. Años o siglos según la gravedad de vuestra culpa.
Estando ya seguros de Dios, conocedores de su suprema belleza por el fugaz encuentro del primer juicio, cuyo recuerdo tenéis con vosotros para haceros aún más viva el ansia de amor, suspiráis por Él, lloráis su lejanía, os lamentáis y arrepentís de haber sido vosotros la causa de tal lejanía y os hacéis cada vez más permeables a ese fuego encendido de la Caridad hacia vuestro supremo bien.
Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo son lanzados como esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la incandescencia de amor os penetra más fuerte y más adentro, y entre el resplandor de las llamas, cada vez se hace más lúcido en vosotros el recuerdo de Dios visto en aquel instante.
Así como en la vida de la tierra cuando más crece el amor más sutil se hace el velo que cela al viviente la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino cuanto más crece la purificación, y por ello el amor, más cercano y visible se hace el rostro de Dios. Ya trasluce y sonríe entre el centelleo del santo fuego. Es como un Sol que cada vez se acerca más, cuya luz y calor anulan cada vez más la luz y el calor del fuego purificante, hasta que, pasando del merecido y bendito tormento del fuego al conquistado y bienaventurado alivio de la posesión, pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en Él, Sol eterno, como chispa absorbida por una hoguera y como candelero arrojado en un incendio.
¡Oh gozo de los gozos cuando os encontréis elevados a mi Gloria, pasados de ese reino de espera al Reino de Triunfo! ¡Oh! ¡conocimiento perfecto del Perfecto Amor!
Este conocimiento, María, es misterio que la mente puede conocer por voluntad de Dios, pero que no puede describir con palabra humana. Cree que merece la pena sufrir toda una vida por poseerla desde el momento de la muerte. Cree que no hay caridad mayor que procurarla con las oraciones a quienes amaste en la tierra y que ahora comienzan su purificación en el amor, a quienes en vida tantas y tantas veces cerraron las puertas del corazón.
Ánimo, bendita a la que son desveladas las verdades escondidas. Actúa, obra y sube. Por ti misma y por quienes amas en el más allá.
Deja consumar en el Amor el estambre de tu vida. Vierte tu amor sobre el Purgatorio para abrir las puertas del Cielo a quienes amas.
24 de octubre de 1944.
...escribo todo lo que Jesús dicta:
"Llega el mes dedicado a los difuntos. Ruega así por ellos:
¡Oh Jesús!, que con tu gloriosa Resurrección nos has mostrado cómo serán eternamente los 'hijos de Dios', concede la santa resurrección a nuestros seres queridos, fallecidos en tu Gracia, y a nosotros, en nuestra hora. Por el sacrificio de tu Sangre, por las lágrimas de María, por los méritos de todos los Santos, abre tu Reino a sus espíritus.
¡Oh Madre!, cuya aflicción finalizó con la alborada pascual ante el Resucitado y cuya espera de reunirte con tu Hijo cesó en el gozo de tu gloriosa Asunción, consuela nuestro dolor librando de las penas a quienes amamos hasta más allá de la muerte, y ruega por nosotros que esperamos la hora de volver a encontrar el abrazo de quienes perdimos.
Mártires y Santos que estáis jubilosos en el Cielo, dirigid una mirada suplicante a Dios, y una fraterna a los difuntos que expían, para rogar al Eterno por ellos y para decirles a ellos: 'He aquí que la paz se abre para vosotros'.
Amados, tan queridos, no perdidos sino separados, que vuestras oraciones sean para nosotros el beso que añoramos, y cuando por nuestros sufragios estaréis libres en el beato Paraíso con los Santos, protegednos amándonos en la Perfección, unidos a nosotros por la invisible, activa, amorosa Comunión de los Santos, anticipo de la perfecta reunión de los 'benditos' que nos concederá, además de gozarnos con la visión de Dios, el encontraros como os tuvimos, pero sublimados por la gloria del Cielo".
Serás bienaventurada si sabes amar hasta la incineración de cuento es débil y pecó. Los Serafines salen al encuentro del espíritu purificado con la inmolación de amor y le enseñan el “Sanctus” eterno para cantar al pie de mi trono”.