Lucas 11, 42-46
Pero,¡ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!» Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!» Pero él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!
Reflexión
En el libro del Talmud se dice que algunos fariseos viven sólo para cumplir la ley y que sólo sabían buscar nuevos preceptos que cumplir y que hacer cumplir a los demás. Cristo no les critica por cumplir la ley, ya que él es el primero en cumplirla, sino por perder de vista que las leyes, divinas o humanas, tienen sentido desde la perspectiva del amor y para ayudarnos a ser mejores.
Lavarse las manos antes de comer es una costumbre bastante sana; seguramente que Cristo, después de salir de la cena, pidió a los discípulos que fuesen un poco más educados y que, por respeto al prójimo, se pasasen las manos bajo el grifo antes de sentarse. Jesús no critica al fariseo su observancia de la ley ni las buenas costumbres, sino el legalismo esclavizante que oprime a quienes viven la ley por la ley y que ni viven en paz ni dejan vivir tranquilos a los demás.
Cuando amamos a Dios cumplimos sus leyes con gusto y sentimos que nos liberan de la opresión de las tendencias bajas y de la esclavitud de las pasiones; vivimos con la felicidad de quien ama y se siente amado. Cuando dejamos de amar a Dios nos complicamos la vida y vemos como un peso horrible lo que es un don de Dios. Nunca se ha oído que una verdadera madre se queje de las incomodidades que conlleva el cuidado de sus hijos, ni a un enamorado agobiarse por tener que cumplir con los detalles que le pide su amor.
El cristiano que hace la experiencia de amar, se aleja del legalismo y experimenta la libertad verdadera que sólo Cristo sabe dar. La moral cristiana es la conformidad del ser no el cumplimiento estricto de las normas. Por eso San Agustín dice «Ama y haz lo que quieras». Es verdad que el amor no es sólo un sentimiento, o una verdad teórica, ha de ser mostrado con obras, y en ellas es dónde se ve su existencia. Pero no podemos olvidar de qué pasta estamos hechos, somos frágiles, de barro, patosos. Cuando queremos amar muchas veces no podemos, porque notamos nuestras debilidades que son auténtico obstáculo para nuestras buenas obras.
Es la hora de acudir al Señor y pedirle que nos ayude, que nos cure de nuestros pecados, que sane nuestra alma débil, decirle que queremos amarle a Él y a nuestros hermanos pero que no sabemos, y aún sabiendo no podemos.
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