Vuestro triunfo será el nuestro.
Porque, en el camino de lo imposible,
nos hicisteis comprender que, seguir a Cristo,
es posible sin renunciar a ser felices.
Vuestra victoria, todos los que fuisteis santos y buenos,
es fuente de optimismo frente al pesimismo,
ánimo cuando a nuestro paso emerge la desesperanza,
futuro, ante lo que sorprendiendo como riqueza,
se esfuma instantáneamente de la visión de nuestros ojos.
Vuestra vista, siempre puesta en el cielo,
nos empuja a conquistarlo y anhelarlo,
nos ayuda a soñar con él y sin olvidar la tierra,
a entonar, los caminos de nuestra vida,
con el color de la santidad y de la gracia divina.
Vuestro triunfo, Todos los Santos,
es llamada a intentar ser diferentes,
es interpelación que nos lleva hasta Dios,
es garantía de que, el mañana junto al Señor,
será una realidad para quien cree y espera en Él.
Sí; Todos los Santos; no sois tronco de madera,
ni tan siquiera colores que un pincel en un lienzo estampó.
Vuestra seña de identidad fue el creer en Dios,
el vivir y actuar según su voluntad.
Vuestra aventura fue el darle gloria con vuestras obras.
Vuestra grandeza fue, muchas veces, ser pobres,
libres y obedientes, nítidos y sinceros,
auténticos y valientes, fervorosos y comprometidos,
hambrientos de justicia y con los ojos puestos en el cielo.
Vuestro triunfo, Todos los Santos,
es hoy motivo de gozo y de fiesta, de encanto y de música,
de ensueño y de homenaje, de ilusión y de coraje,
Celebrar vuestra fiesta, hoy más que nunca,
es saber que llegar hasta Dios,
es posible para el hombre que le busca sinceramente.
P. Javier Leoz