
Que no se cansen los buenos
Que
no se cansen los buenos. Son ellos luz y fuego, sal y fermento, viento
suave lleno de presencias, recuerdo y señal de tu bondad.
Señor,
te pido por los buenos, los justos, los honestos, los misericordiosos.
Que no se cansen, que no desesperen, que no se dejen abatir por los
golpes de la vida.
Sí, Señor: necesitamos mucho de su ejemplo, de
su entrega, de su amor sincero. Te lo pido de corazón: ¡que no se
cansen los buenos!
Que no se canse la esposa o el esposo
abandonado. Que sepa esperar, que no deje de rezar, que sienta el
bálsamo de tu consuelo, que tenga fuerzas para dar luz a un hogar que
llora la ausencia de alguien muy amado.
Que no se canse el joven
que quiere mantenerse virgen, que busca antes el estudio que las
diversiones peligrosas, que promete y cumple su palabra, que prefiere
suspender a copiar en un examen.
Que no se cansen los padres que
ven cómo un hijo entra, poco a poco, en el mundo de la droga, o de la
dejadez, o de la desconfianza, o del egoísmo atroz de las sociedades
consumistas. Que encuentren palabras de consejo, ayudas y mandatos, para
orientar al hijo, para llevarle por el buen camino, para sacarlo del
barranco de la muerte.
Que no se canse el hijo que acompaña a su
madre anciana, que la lava cada día, que le da de comer, que la lleva de
paseo por las tardes, que sufre al verla tan frágil y enferma, tan
dependiente en casi todo.
Que no se canse el político que quiere
ser honesto, aunque vuelva a perder las elecciones, aunque le calumnien
los enemigos, aunque sea criticado por los malos y por los “falsos
buenos”.
Que no se canse el desempleado: dale fuerzas para buscar
de nuevo trabajo. Aunque le repitan una y otra vez que ya no contratan a
nadie que tenga más de 40 años, en una sociedad egoísta que se preocupa
más por la eficacia aparente que por la justicia verdadera.
Que
no se canse el corazón que reza uno y otro día para que le apartes esa
tentación molesta, para que le cures un cáncer corrosivo, para que le
permitas un poco de holgura económica, para que simplemente le des
fuerzas para ser fiel en ese día.
Que no se cansen los
religiosos, las religiosas, los sacerdotes jóvenes o ancianos, cuando
ven que hay pocas vocaciones, cuando sienten el paso de los años, cuando
el demonio les hace pensar que todo el mundo sigue el fácil camino del
engaño y la vida cómoda y que el Evangelio quedó como un libro de otros
tiempos.
Señor, que no se cansen los buenos. Son ellos luz y
fuego, sal y fermento, viento suave lleno de presencias, recuerdo y
señal de tu bondad.
Ayúdales, Señor, para que estén en pie, como
atalayas. Para que nos indiquen el camino que lleva a tu Casa. Para que
nos recuerden que Tú, Dios bueno, sigues vivo, activo, fuerte, en medio
de un mundo hambriento de esperanzas.
Autor: P. Fernando Pascual LC



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