Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma: Descubrir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos, no tener que esperar a encontrarnos con un ciego para enterarnos de lo hermosos e importantes que son nuestros ojos.
Asumir después serenamente las partes negativas o deficitarias de nuestra existencia: No encerrarnos masoquistamente en nuestros dolores.
No sufrir por temores o sueños de posibles desgracias que probablemente nunca nos llegarán.
Vivir abiertos al prójimo: Pensar que es preferible que nos engañen cuatro o cinco veces que pasarnos la vida desconfiando de los demás.
Ceder siempre que no se trate de valores esenciales. No confundir valores esenciales con nuestro egoísmo.
Tener un gran ideal: algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestra existencia. Aceptar la lenta maduración de todas las cosas, dar cada día un paso.
Creer descaradamente en el bien: Tener confianza en que a la larga -y a veces muy a la larga terminará siempre por imponerse.
No angustiarse si otros avanzan aparentemente más deprisa por caminos torcidos. Creer también en la eficacia del amor. Saber esperar.
Elegir, si se puede, un trabajo que nos guste: Y si ésto imposible tratar de amar el trabajo que tenemos, encontrando en el sus aspectos positivos.
Revisar constantemente nuestras escalas de valores: Cuidar que el dinero no se apodere de nuestro corazón... Descubrir que la amistad , la belleza , la naturaleza, los placeres artísticos y muchos otros valores son infinitamente más rentables
Descubrir que Dios es alegre: Que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es Dios o es un ídolo.
Procurar sonreir con ganas o sin ellas: Estar seguros que el hombre es capaz de superar muchos dolores, mucho más de lo que él mismo hombre sospecha.