Simón
Jesucristo estaba cenando en la casa de un fariseo llamado Simón. La cena era correcta y ordenada, hasta que una mujer prostituta entró y fue hasta los pies del Señor Jesús. Mientras todos comían y seguían conversando, ella llorando lavó los pies polvorientos de Cristo, los enjugó con sus cabellos, los beso y los ungió con su perfume. La reacción de Simón fue un pensamiento bastante común "Si este fuera profeta sabría que clase de mujer lo está tocando".
Jesucristo conoce el pensamiento de todos, incluso el tuyo. Por eso le contó la historia de los dos deudores que fueron perdonados y remató la parábola con esta pregunta. ¿Quién lo amará más? La respuesta de Simón fue correcta. Amá más aquel a quien más se le perdona. Los seres humanos somos por naturaleza interesados y egoístas. Lo demostró Simón con su invitación.
Cumplió en darle comida, pero no lo homenajeó a Cristo, ni le hizo sentir cómodo. No hacía falta porque estaban ambos casi en el mismo nivel. Simón era un buen religioso, y no necesitaba nada del Maestro. Bastante que lo había invitado a comer.
La mujer, en cambio, sabía que por sus pecados merecía el castigo, la discriminación y la condenación. Y al verse aceptada por Jesucristo quiso agradecerle como pudo. Hay que llorar mucho para poder lavar dos pies llenos de polvo.
Nos comparamos con otras personas y salimos bien parados. Frente a la prostituta, Simón era un gran hombre. Y por eso se creía con derecho a no amar tanto. Se olvidó de una eterna verdad que sigue hoy también vigente. Cristo en la Cruz, perdonó todos mis pecados y los tuyos. No le importó si era uno, mil o millones; Él dio su vida y su sangre para perdonarlos.
Comprender esa realidad, nos haría ser más consientes del increíble amor de Dios y debería generar en nosotros una actitud similar a la de esta mujer sin nombre. Si mirás en tu última semana, ¿Cómo fue tu adoración a Dios? ¿Cómo estuvo tu agradecimiento? ¿O simplemente cumpliste con la rutina religiosa del domingo?
Al que se le perdona todo, ama muchísimo. Cristo te perdonó todos y cada uno de tus pecados.
REFLEXIÓN – No seas como Simón.
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