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Oración de San Francisco de Asís
Señor, hazme un instrumento de tu
paz. Donde haya odio, siembre yo amor; donde haya injuria,
perdón; donde haya duda, fe; donde haya tristeza, alegría; donde haya
desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz.
¡Oh, Divino Maestro! Que no
busque ser consolado sino consolar; que no busque ser amado sino amar; que
no busque ser comprendido sino comprender; porque dando es como
recibimos; perdonando es como Tú nos perdonas; y muriendo en Ti, es como
nacemos a la vida eterna.
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Autor: Las
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María. | Fuente:
Corazones.org Cántico de la Criaturas de San
Francisco de Asís
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San Francisco de
Asís
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Omnipotente, altísimo, bondadoso
Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor; tan sólo tú eres digno
de toda bendición, y nunca es digno el hombre de hacer de ti
mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por
el hermano sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva
por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz
menor, y las estrellas claras, que tu poder creé, tan limpias, tan hermosas, tan
vivas como son, y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la
hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi
Señor! Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol, y es fuerte, hermoso,
alegre: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y
flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que
perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación: ¡felices
los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la
consolación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor! Ningún viviente
escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos
los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la
condenación! Servidle con ternura y humilde corazón. Agradeced sus dones, cantad
su creación. Las criaturas todas, load a mi Señor.
Amén.
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Autor: Las
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María De la carta de San Francisco de
Asís,
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De la carta de San Francisco de Asís
dirigida a todos los fieles
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Debemos ser sencillos,
humildes y puros.
La venida al mundo del Verbo del Padre, tan
digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca
de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno
recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. El, siendo rico
sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre.
Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al
Padre, diciendo: Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mi ese
cáliz.
Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del
Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que
nació por nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara
de la cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas
todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que
sigamos sus huellas. Y quiere que todos nos salvemos por él y lo recibamos con
puro corazón y cuerpo casto.
¡Qué dichosos y benditos son los que aman al
Señor y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo!
Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y con mente pura, ya que él
nos hace saber cuál es su mayor deseo, cuando dice: Los que quieran dar culto
verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque todos los que adoran
deben adorarlo en espíritu y verdad. Y dirijámosle día y noche, nuestra alabanza
y oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos; porque debemos orar
siempre sin desanimarnos.
Procuremos, además, dar frutos de verdadero
arrepentimiento. Y amemos al prójimo como a nosotros mismos. Tengamos caridad y
humildad y demos limosna, ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En
efecto, los hombres pierden todo lo que dejan en este mundo; tan sólo se llevan
consigo el premio de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales
recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.
No debemos
ser sabios y prudentes según la carne, más bien sencillos, humildes y puros.
Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario debemos,
a ejemplo del Señor, vivir como servidores, y sumisos a toda humana criatura,
movidos por, el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así
obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y
su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos son los
los hermanos y las madres de nuestro Señor
Jesucristo.
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