TU PRIMERA PREDICCIÓN DE LA PASIÓN
(Mt 16,21-23; Mc 8,31-33; Lc 9,22)
Por
Emma-Margarita R. A.-Valdés
Deletreas, Señor, tu sacrificio
para cumplir la ley de las estrellas,
me das tu abecedario de cariño,
me anuncias una verde primavera
tras la puerta que cierra el paraíso,
y el trascendente fin de la tragedia.
Lo dices con dulzura, enternecido,
y esperas que la noche, en mí, amanezca.
Pero yo, mi Señor, como el novicio
que aún no sabe unir letra con letra,
no entiendo tu elevado veredicto,
¡no quiero que te humillen, que padezcas!.
Recuerdo, mi Señor, que tu martirio
es palabra de Dios por los profetas.
Yo pido al Ser supremo, al Infinito,
te exima de la muerte y la condena.
Me acusas de satánico egoísmo,
de preferir tenerte en tu apariencia,
de ser un ignorante y un mezquino,
no ver que sin semilla no hay cosecha,
si fructifica el grano desprendido
fue el invierno el que abrió la sementera,
sin la lluvia, la nieve y el rocío
no florece el jazmín, la madreselva,
no brota la aceituna del olivo
y se muere la vida en nuestra tierra.
Me llamas Satanás porque te incito
a renunciar a tu misión benéfica,
a abandonar el mundo a su albedrío,
a escuchar los latidos de tus venas,
a dejarte llevar por lo terrígeno,
a gozar de una vida que te espera.
Tu carne se rebela ante el martirio,
se estremece el pilar de tu materia
y deseas sumirte en un olvido
que silencie el clamor de tu conciencia.
Tú eres Poder supremo, eres divino,
mas tu carne es humana, arcilla vieja.
Y, por ser hombre, entiendes mi desvío
y acercas tu perdón a mi tiniebla.