Dios de los Padres y Señor de la Misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas y para que rigiese el mundo con santidad y justicia, y lo gobernase con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría, y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu Esclava, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto, según tus preceptos.
Envíala desde tu trono de gloria, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas y me guiará prudentemente en mis obras y me guardará en su esplendor.