SANTO TEMOR DE DIOS
Hijo mío, escribe,
Si Dios pudiera cambiar sus enseñanzas, no sería ya Dios; la Palabra de
Dios no se muda, no cambia ni cambiará jamás; ella es eterna como Dios.
Ahora bien, Dios ha dado a los hombres una norma de vida, el mandamiento
del amor, pero también ha dicho que el amor a Dios debe estar unido al
Temor de Dios.
Así como el amor es un don que es preciso pedir sin interrupción, así
también es un gran don el temor de Dios. ¡Teme al Señor que pasa! Pero
los hombres de esta generación verdaderamente perversa han alterado todo
e intentan demoler todo.
Del temor de Dios hoy no se habla ya, se habla del amor de Dios, pero
del temor no, porque dicen que el temor no se concilia ni puede
conciliarse con el amor así como encuentran inconciliable en su necedad
la Justicia y la Misericordia, encuentran inconciliables el Amor y el
Temor de Dios. En suma hoy se aceptan las cosas que son cómodas y se
rechazan las que son incómodas.
Esta es la absurda postura que pastores, sacerdotes y cristianos han
adoptado con relación a Dios y en esta absurda postura es evidente la
insidia del enemigo que se propone demoler a Dios en el ánimo de los
hombres, sirviéndose de la necedad de ellos mismos, demoler el edificio
de la Iglesia, desmoronando piedra por piedra; ¿quién habla hoy del
Temor de Dios? ¿Quién habla ya de la Justicia Divina? ¿Quién habla de la
presencia de Satanás en el mundo, que con sus legiones rebeldes guía la
lucha contra Dios y contra los hombres, encontrando por desgracia
colaboradores entre estos últimos, aún entre almas consagradas no
excluidos los Obispos?
Ay de aquellos que desafían la ira de Dios
Dios
es terrible en su ira, ay de aquellos que desafían la ira de Dios
guareciéndose en la cómoda concepción de que en Dios sólo hay amor y
misericordia.
Muchos condenados quisieran poder volver atrás para reformar sus
conceptos ahora que ven y comprenden con toda claridad el astuto engaño
de Satanás y de su feroz maldad.
Hay una voluntad permisiva que explica sumamente bien la indignación del
Señor por su pueblo infiel: guerras, revoluciones, epidemias,
terremotos y tantas otras innumerables calamidades vienen del demonio,
pero permitidas por Dios, por Sus providenciales y sapientísimos fines.
Los
setenta años de esclavitud babilónica fueron permitidos por la
indignación que los muchos pecados del pueblo hebreo habían provocado;
la destrucción de Sodoma y Gomorra no fue de Dios, ningún mal viene de
Dios jamás, sino siempre del infierno con la complicidad y perversión
humanas. Sodoma y Gomorra y otros innumerables castigos, fueron
puniciones no promovidas, sino permitidas por Dios para el
arrepentimiento de los hombres. El mismo diluvio universal fue provocado
por el infierno con la complicidad de los hombres corruptos.
El amor no puede permitir el exterminio de la humanidad
Los
hombres dicen que no temen a Dios; esto es una tremenda blasfemia cuyas
terribles consecuencias se purgan en esta tierra y más allá de la vida
terrena como en los tiempos pasados.
Tiempos de ceguera, tiempos de oscuridad, porque son tiempos de
soberbia. Este hombre, menos que gusano que se arrastra en el fango y en
el polvo de la tierra, que tiene la duración de un día, osa desafiar
enorgullecido por su ciencia y su tecnología al Creador y Señor del
universo. ¿Hasta cuándo, hijo mío?
Yo soy el Amor. El Amor no puede permitir el desastre de la humanidad
querido por Satanás. Yo soy el Amor Eterno e inmutable, por lo que no
puedo querer la ruina eterna de las almas.
El infierno será derrotado; mi Iglesia será regenerada; mi reino que es
reino de amor, de justicia y de paz, dará paz y justicia a esta
humanidad sojuzgada por las potencias del infierno que mi Madre
derrotará.
El sol luminosísimo resplandecerá sobre una humanidad mejor; ánimo pues, no temas a nada.
Reza y repara, ofrécete a ti mismo a Dios. Te bendigo
("Confidencias de Jesús a un Sacerdote" - Mons. Ottavio Michelini)
Sitio Santísima Virgen
¡Gracias por difundir este correo electrónico!