FORTALEZA DESGUARNECIDA
El
comunismo ateo y la transformación de la sociedad, mediante el proceso
industrial en curso en la civilización de consumo, han sido inmejorables
armas en manos del Enemigo del hombre para volver materialista y atea a
la humanidad entera; han sido los medios mejores para alejar al hombre
de Dios.
El Enemigo, que desde la creación del hombre no ha descuidado nada para
arrancarlo de Dios y dirigirlo al camino de la perdición, ha orquestado
con su inteligencia, superior a la humana, una guerra que conduce con
tenacidad y perfidia.
Es justo decir que no han faltado las tentativas de reacción. Pero es
increíble que, a medida que crecía la acción pervertidora del Enemigo,
se debilitase en mi Iglesia la contraofensiva con medios adecuados. Ha
habido, sí en la Iglesia, una reacción externa bastante viva (Movimiento
católico de Obreros, Estudiantes, Profesionales...) pero, por el
contrario, se ha ido enfriando la acción interna de resistencia y de
contraataque.
Os llamo aún la atención otra vez, y no por casualidad, León XIII, que
vislumbró este gran peligro y no dejó de componer un Exorcismo que
pudiera ser utilizado por todos, Sacerdotes y simples fieles, para
detener el avance enemigo. Fueron poquísimos los que sacaron provecho de
él; la mayoría no comprendieron.
El Enemigo, como hábil estratega, asaltaba la Iglesia no sólo desde
afuera (Racionalismo, Revolución francesa, Positivismo, Masonería,
Socialismo, Marxismo, etc.) sino que trabajaba hábilmente en su
interior.
Hendidura interior
Los
últimos Papas, - recordad, por ejemplo, Pío IX, León XIII, Pío X, Pío
XII- han sido grandes luchadores contra los varios movimientos de
ofensiva que, como columnas que el Enemigo hacía avanzar en varias
direcciones, apuntaban a la Iglesia para denigrarla y resquebrajarla.
Satanás buscaba destruirla y la acción más solapada la realizaba en el
interior mismo de la Iglesia (ve el Modernismo, Horizontalismo,
Permisivismo.). Mientras el asedio externo se hacía cada vez más
estrecho y directo, él buscaba abatir las estructuras capaces de
resistencia.
Cayeron así las cofradías, cayeron otras pías uniones y asociaciones que
habían nacido y crecido para alimentar la vida de la Fe y la vida de
Gracia.
Los Pastores de almas no advirtieron el desequilibrio que se estaba
verificando en la Iglesia. No se las ingeniaron, salvas siempre
excepciones, para remediar con otros medios más adecuados a la evolución
de los tiempos. Mi Iglesia quedó como una fortaleza desguarnecida y
desarmada. El grito de alarma lanzado por los Papas no siempre encontró
aquella pronta y diligente colaboración que habría frenado e incluso
detenido la acción del enemigo.
Correr a los refugios
No
habríais llegado al estado actual; no tendría Yo hoy cristianos que no
saben ni siquiera que están enrolados en un gran ejército, cuyo objeto
es desbaratar al temible enemigo de vuestras almas, que no deja nada con
tal de desviaros al camino de la perdición eterna.
Vosotros, vuestros hijos, vuestras familias, vuestra sociedad, os habéis
encontrado hechos prisioneros sin ni siquiera daros cuenta, os habéis
encontrado transformados en enemigos de vosotros mismos y del Sumo Bien,
del cual, por el cual y para el cual habéis sido creados. ¡Este es el
gran drama de la Iglesia!
Para libertar a mi Iglesia y a mis hijos de la tiranía cada vez más
descarada del enemigo, ¡es necesario sublevarse y correr a los refugios
sin demora! Para aliviar tantos sufrimientos causados por el dominio de
Satanás sobre las almas, es necesario organizarse sin perder tiempo,
actuar con humildad y con una fe tenaz.
¡Yo, Jesús, os daré las indicaciones a seguir!
Mientras tanto, para encontraros a vosotros mismos, extraviados y
perdidos en medio de la anarquía imperante hoy, usad las indicaciones
que la Virgen, Madre mía y vuestra, os ha dado en Fátima, en Lourdes y
en tantísimos otros lugares: ¡Oración y Penitencia! Se necesita más
oración y penitencia consciente.
Organizaos para este fin bien preciso: para que mi Corazón
Misericordioso y el Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra apresuren
el triunfo final de esta inmensa lucha, de esta gigantesca batalla en la
que Vida y muerte, Luz y tinieblas, Verdad y error están frente a
frente en una batalla decisiva.
Te bendigo, hijo mío.
("Confidencias de Jesús a un Sacerdote". Mons. Ottavio Michelini)
Sitio Santísima Virgen