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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Hay un momento admirable en la vida de todo hombre: es el momento en el que se compromete ante su propia conciencia a vivir el heroísmo del cumplimiento del deber.
Desde ese momento el hombre mira todas las cosas desde otro punto de vista y todo cobra nuevos reflejos, nueva vida.
Desde ese momento se abre en la vida del hombre una nueva etapa, más hermosa y sublime; la más hermosa y sublime de toda su vida; porque en ella ha entrado a ocupar un lugar, no sólo importante, sino decisivo, el deber, en lugar del dinero, del placer, del confort, del egoísmo.
Y si el deber ocupa el primer lugar, también lo ocupa Dios, y si Dios es el primero, todo queda en orden.
Y, cuando existe armonía, el hombre goza de verdadera y auténtica paz. Con no poca razón los antiguos definieron la paz como "la tranquilidad en el orden" Te deseo la paz de tu conciencia.
“El hombre sincero será colmado de bendiciones” (Prov 28,20). “¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y por eso Dios lo contó entre los justos? (1 Mac 2,52). La fidelidad a la palabra que hemos empeñado, cuando se nos dijo que Cristo contaba con nosotros y que nosotros contábamos con su gracia, ha de cumplirse a toda costa. La fidelidad a la palabra es en último término fidelidad al amor.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
El que dice es muy inferior al que hace. Mejor es hacer que decir.
Has dicho muchas veces que te ibas a corregir de tus defectos. Que no serías tan impetuoso, tan violento, tan irreflexivo, tan..., lo has dicho muchas veces y te lo has dicho a ti mismo.
¿No habrá llegado el tiempo de hacer más que de decir? Todas las palabras no pesan como una sola obra.
Cuando has hablado a los otros, les has dicho cómo deben ser consigo mismo, con sus familiares, con todos los demás... ¿No será tiempo de que no hables tanto y hagas tú lo que les dices que deberían hacer ellos?
Indudablemente la promesa tiene su valor; al menos denota una buena voluntad que siempre debemos suponer sincera. Pero si la promesa es buena, mucho mejor es la realización.
“Todo el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena” (Mt 7,26). No basta escuchar la palabra del Señor: es preciso practicarla, por eso María fue proclamada feliz, no tanto por haber escuchado cuanto por haber practicado la palabra del Señor
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Hay una persona a la que no es conveniente perdonarle nada; esa persona eres tú y nadie más que tú.
Hay una persona con la que debes ser en extremo exigente; esa persona eres tú, pero nadie más que tú.
Hay una persona con la que debes mostrarte rígido y duro; pero no te confundas: esa persona eres tú, pero nadie más que tú.
Hay una persona con la que nunca debes mostrarte indulgente; esa persona eres tú y nadie más que tú.
¿No alteras con frecuencia los términos, siendo indulgente contigo y duro con los demás, suave y complaciente contigo y violento y áspero con los demás?
En este caso el orden de factores sí que altera el producto y lo altera fundamentalmente.
“Si no me escuchan y no cumplen todos estos mandamientos; si desprecian mis preceptos y muestran aversión por mis leyes, si dejan de practicar mis mandamientos y quebrantan mi alianza, yo, a mi vez, los trataré de la misma manera” (Lv 26,14-46). Hay un compromiso entre tú y Diois; si tú no eres fiel, no esperes que el Señor lo sea contigo: todo depende de ti: ya que Dios nunca te fallará.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Tu vida es muy variada; a veces hasta divertida.
Unas veces te rodearán de atenciones, otras se olvidarán de ti.
Unas veces oirás a tu lado alabanzas hasta inmerecidas y otras veces llegarán a tus oídos críticas y murmuraciones de tu modo de proceder.
Un día apreciarán tus valores y al día siguiente no tendrán en cuenta tus méritos. Un día serás el preferido y al día siguiente habrás caído en desgracia de todos.
No debes dejarte engreír los primeros días ni debes dejarte aplastar los segundos. No te auto-valorices ni tampoco te subestimes.
Sonríe a todo y a todos; y sonríe siempre, todos los días, tanto los días de triunfo como los de fracaso.
Todo puede y debe servirte para tu perfeccionamiento.
“Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia nos hizo renacer por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva” (1 Pe 1,3). Nuestra esperanza está en Cristo; así como Él venció al mundo, así también nosotros lo venceremos.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Dicen que el rostro es el espejo del alma; en él se manifiestan los distintos estados anímicos, las distintas disposiciones internas.
Si no quieres que tu rostro refleje la cólera o el mal humor, no lo fomentes en tu interior; no ofrezcas a tus familiares, a tus dependientes, a quienes tratan contigo o se mueven a tu alrededor, la triste escena de un rostro amargo, aplastado y repelente.
Ofrece más bien un aspecto alegre, optimista, emprendedor; la sonrisa es siempre más atractiva que el ceño adusto o el gesto amargo.
Y no sólo más atractiva sino también más constructiva; serás más, conseguirás más, serás más útil si en tu interior fomentas el orden, la tranquilidad y una serena paz.
Los demás te aceptarán mejor porque en tu exterior, en tu rostro, aparecerá tu interior.
“Yo glorifico a mi Dios, el Rey del cielo y mi alma proclama con gozo su grandeza; que todos lo celebren en Jerusalén” (Tob 13,9). Tú tienes sobrados motivos para alabar al Señor y para dedicarte a que todos cuantos te rodean se dediquen también a alabarlo. Todo lo has recibido de Él; vive permanentemente en acción de gracias.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Los días van pasando; una tras otra se van arrancando las hojas del calendario; cada día faltan menos hojas por arrancar.
Los días son semejantes a ese puñado de agua que se nos escurre entre las manos, por más que lo queramos retener.
La vida va pasando, nosotros vamos pasando, pero hay algo que queda; la vida tiene una proyección que permanece; lo bueno y lo malo que en la vida hagamos deja una estela, tanto en nosotros como en los demás.
No podemos decir, con verdad, que lo que hagamos en la vida sea algo sin importancia; nada es pequeño e insignificante si trasciende al tiempo y tiene repercusión en la eternidad.
“Y por medio de Él, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios, que celebran su Nombre. Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13,15-16). No ofrezcamos a Dios los sacrificios que nos agradan a nosotros; ofrezcámosle los que le agradan a Él. “yo quiero amor, y no sacrificios; conocimiento de Dios más que holocaustos” (OS 6,6).
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
¿Has pensado alguna vez en lo que serías capaz de hacer si tú quisieras?
Si quisieras, podrías desparramar a tu alrededor semillas de alegría y de optimismo.
Si quisieras, podrías alargar tu mano para que otros se tomaran de ella, y juntos pudieran seguir adelante cada uno en su deber.
Si quisieras, todos verían en ti una luz que los guiara en su camino, un compañero que suavizara la monotonía del viaje, un amigo que brindara comprensión y afecto.
Si quisieras, podrías hacer muchas cosas para bien tuyo y de los demás.
Si quisieras, podrías hacer todo eso y mucho más.
Si quisieras... si quisieras...
“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; que tu espíritu bondadoso me conduzca por una tierra llana” (Sal 143,10). Pide todos los días que el Señor te dé la fuerza que necesitas para serle fiel en el cumplimiento de su voluntad; rézale con atención y fervor: “Hágase tu voluntad, haz que mi voluntad desaparezca para que aparezca solamente la tuya; que yo no quiera sino lo que tú quieres”.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Vivimos en el mundo del movimiento y del ruido; hoy es imposible detenerse y, sin embargo, quizá por eso mismo estamos obligados a buscar el silencio.
Pero un silencio que no sea tanto externo cuanto interno; un silencio que imponga el ordenamiento de todos nuestros afectos y sentimientos, de nuestros pensamientos e incluso de nuestros problemas y preocupaciones.
Silencio, ante actitudes que pueden herirnos, ante palabras no del todo acertadas, ante olvidos que nosotros no esperábamos.
En esas ocasiones el canto del silencio, en lugar de elevar la estridencia de los gritos o la amargura de la discusión, será más beneficioso.
Ese canto del silencio solamente lo pueden entonar los hombres que saben dominarse a sí mismos y a las circunstancias en las que deben actuar.
“Más vale maña que fuerza; pero la sabiduría del pobre es despreciada y nadie escucha sus palabras; las palabras de los sabios oídas con clama, valen más que los gritos del que gobierna a los necios” (Ecl 9,16-17). No es, entonces, cuestión de hablar mucho, sino de saber hablar lo necesario, y lo conveniente; en no pocas ocasiones será el silencio el que mejor toque el corazón.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Setiembre 26
El éxito o el fracaso de cualquier misión espacial pueden depender de presionar un botoncito insignificante, o de hacerlo un minuto antes y no en el preciso momento.
Tú eres el botoncito sumamente pequeño en el macrocosmos; pero el hecho de que ese macrocosmos de la humanidad se sienta mejor y se perfeccione puede muy bien depender del microcosmos de tu propia vida.
Si tú fracasas, podrá fracasar toda una legión de hombres que presuponían el éxito tuyo personal; si tú fracasas, habrás privado a toda la comunidad de la fuerza y el vigor que de por sí comunica el éxito.
Pero si el éxito no depende de ti, si fracasas, no por haber retaceado tu empeño sino por causas ajenas a tu voluntad, no te desalientes; será Dios el que suplirá lo que tú no supiste poner, lo que no alcanzaste a hacer.
“Señor, Dios del universo, ¿Hay alguien como tú?... Tuyo es el cielo, tuya la tierra: tú cimentaste el mundo y cuanto hay en él… Tu brazo está lleno de poder, tu mano es fuerte, alta es tu derecha” (Sal 89,9-14). ¡Cuántos motivos para confiar en Dios! ¡El mayor pecado que puedes cometer es desconfiar de la bondad y el poder de Dios!
* P. Alfonso Milagro
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Siempre está en nuestros planes hacer algo; nunca desistimos de pretender hacer algo, pero nunca llegamos a hacerlo.
Tú pasas la vida haciendo planes; esos planes raras veces llegan a ser realidades para ti o para los demás.
No son realizados por ti; pues sigues haciendo nuevos planes en lugar de realizar los ya planeados y aprobados; tampoco por los demás, pues no son planes que ellos hayan organizado.
De esta forma, nunca terminas de planificar y nunca comienzas a realizar, y así terminas un año y vuelves a comenzar; y así terminas tu vida y comenzarías de nuevo tu vida, si pudieras.
¿No habrá llegado ya el tiempo de la realización que suplante al de la planificación?
Para ello, planea cosas realizables por t; entrégate de una vez por todas a una acción de bien; piensa menos y realiza más; no dejes para mañana lo que debes realizar hoy.
“¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no puede terminar” (Lc 14,28-30). Muy buenos son, pues, los propósitos; mejores, las realizaciones; más fructífero es prometer poco y cumplirlo que prometer mucho y no cumplirlo.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Es bueno soñar, pero no es bueno soñar tanto.
Que nunca despertemos del sueño; es bueno caminar en la vida, mirando a las estrellas, pero no es bueno que no nos fijemos dónde posamos los pies al caminar.
Es bueno fijarse en lontananza una meta hacia la cual nos dirijamos, pero no es bueno que nos despreocupemos de lo que sucede a nuestro alrededor.
Es bueno querer mejorar a todos, pero es mejor comenzar por mejorarse a sí mismo. Es bueno querer hacer obras de relieve, pero quizá sea mejor acariciar la cabecita de ese niño que todos los días encontramos en la puerta de nuestro negocio.
Es bueno pronunciar discursos o arengas ante multitudes, pero quizá debamos comenzar por hablar fugaces minutos con el cartero o el lechero, o con el lustrabotas que da brillo a nuestros zapatos.
“El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho” (Lc 16,10). En las cosas menores es donde se manifiesta al amor; las cosas pequeñas son las que se ofrecen a diario y en las que debes vivir tu amor al Señor.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Alguien escribió que en el corazón de todo hombre duerme un santo y, al mismo tiempo, duerme un pecador; un hombre vulgar, quizá hasta un criminal y también un santo.
Cada uno de nosotros ha de cobrar conciencia de eso y cada uno de nosotros deberá despertar en sí al héroe y al santo, dejando aletargados al pecador y al criminal.
Si es bueno que el hombre vulgar quede adormecido y anulado en nuestro interior, no será bueno que el santo y el héroe sigan durmiendo e inactivos.
Todos llevamos dentro de nosotros mismos un bloque de mármol del cual podemos tallar o la imagen de un bufón, o el busto de un poeta; de nuestra vida podemos hacer la del hombre que tiene miras rastreras o la del que vive para hacer el bien y para suscitar la inquietud de hacer el bien.
“Sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al poder del pecado. Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco” (Rom 7,14-15). No te extrañes de experimentar en ti también esta dimensión de pecado, la inclinación al mal; sé humilde como el apóstol y, puesta la confianza en el Señor, sigue en tu esfuerzo por ser cada día un poquito mejor. Y esto a pesar de tus caídas.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Sin la constancia, ninguna virtud es grande. Esta es la gran diferencia: los héroes y los santos perseveraron en sus propósitos, mientras que nosotros hacemos los mismos propósitos que ellos pero no perseveramos en su cumplimiento como ellos perseveraron.
Nosotros empezamos con muy buena voluntad, venciendo a veces no pocas dificultades. La cosa al principio "pinta muy lindo". Pero, a poco de comenzar, vamos cediendo en intensidad; luego perdemos ilusión y al fin abandonamos definitivamente.
¡Fue una lástima! ¡Prometía tanto! ¡Esperábamos tanto!
Al fin, nos quedamos sin nada. Y comenzaremos de nuevo, para luego volver a dejar otra vez.
Realmente, sin la constancia, ninguna virtud es grande.
“Persevera en la fe que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido” (2 Tim 3, 14). Aquello que el Señor te dio a conocer en el día bendito de tu retiro, de tus ejercicios, de tu cursillo, de tu encuentro con Él, todo aquello, no lo olvides; mantenlo en lo más profundo de tu ser; puede constituirse para ti en fermento que dé sentido a tu vida.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Con no poca profundidad se afirmó que es fácil dejarse elevar en la presentación de las ofrendas, pero ya no resulta tan fácil dejarse masticar en la comunión.
El racimo de uva luce más cuando la cepa muestra sus granos henchidos y maduros; pero aprovecha más cuando los granos son triturados por los dientes, o en la prensa que los estruja y les arranca su jugo vital.
En no pocas ocasiones nuestra acción podrá ser visible a los demás; quizá, en cambio, nuestra acción será más beneficiosa para nosotros y para los demás cuando el deber nos obligue a permanecer en el silencio de la oscuridad y el desconocimiento o en la inmolación del dolor.
No basta vivir para los demás; será preciso inmolarse, desvivirse por los demás.
“Yo no acepto los holocaustos de ustedes, y sus sacrificios no me agradan” (Jr 6,20). No son los sacrificios lo que agrada al Señor, sino el espíritu con que le ofrecemos esos sacrificios; con razón dice San Juan de la Cruz que “Dios no mira lo que le ofrecemos”. Gracias a Dios que así es, pues nada podemos ofrecerle al Señor que sea digno de Él; en cambio, sí podemos ofrecer nuestro corazón, pequeño y pobrecito, pero todo entero.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
En el siglo de la productividad incentivada, los hombres nos estamos fijando más en hacer que en ser. Sin embargo, el hacer no tiene sentido si no es una exigencia del ser.
El hacer puede convertirse en un activismo, en un dinamismo, en una acción descontrolada, siempre que a ese hacer no responda un ser íntimo y profundo.
Porque, en ese caso, ese hacer se convierte en un estéril aparecer.
El ser exige una transformación sincera y profunda, que cambia toda mi vida y en consecuencia, también el hacer; y cambiar el hacer, porque entonces el hacer es legítimo, auténtico, profundo, apostólico.
Y el único que puede juzgarme si "soy" de verdad es mi propia conciencia.
Siempre que no la tenga o acallada o deformada; y mi conciencia, en último término no es sino la voz de Dios.
“Muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante” (Cant 2, 14). Es bueno hablar a Dios pero no es menos bueno, ni menos provechoso, oír la voz de Dios; nada de cuanto nosotros le podamos decir a Dios lo ignora Él; en cambio, Él puede decirnos muchas cosas ignoradas u olvidadas por nosotros.
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LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
No basta reflexionar acerca de las relaciones entre hacer y ser; necesitamos también analizar la inter relación entre "tener" y "ser".
Indudablemente, hoy se valora más al que "tiene" que al que "es"; en la escala de valores el tener está por encima del ser.
Sin embargo, el hecho de tener más o menos no cambia fundamentalmente al ser, que sigue siendo sustancialmente el mismo.
No podré enorgullecerme de tener si este tener no me sirve para ser más y mejor.
En efecto, el tener tiene valor en tanto me sirve como medio e instrumento para ser más, para realizarme más, para perfeccionarme más: es un medio; debe ser un medio y no un fin.
El tener comporta un verdadero valor, siempre que no se lo saque del campo de la instrumentalidad.
“No se fíen de la violencia, ni se ilusionen con lo robado; aunque se acrecienten las riquezas, no pongan en ellas el corazón” (Sal 62,11). No está el hombre al servicio de las riquezas sino éstas para el servicio del hombre; no debe ser esclavo el hombre, sino esclavas las riquezas; no son malas, no deben tomarse como malas, porque también los bienes de la tierra son bienes de Dios puestos en las manos del hombre para su perfeccionamiento; pero cuando en lugar de servir para ese fin se convierten en obstáculo, ya son algo malo. ¿Tienes apegado tu corazón?
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