A pesar de las dificultades y debilidades,
el hombre camina a su ritmo y a su paso,
aunque se haga con muchos o pocos errores,
aunque se escoja una ruta sin descanso.
A pesar de las contradicciones y ocasiones,
el hombre determina su autoretrato,
aunque se haga con miedos o temores,
aunque se llegue a puerto sin anclarlo.
A pesar de las tristezas y emociones,
el hombre se hace fuerte sin pensarlo,
aunque haya que agarrase a las presiones,
aunque haya que volver a intentarlo.
A pesar de las caricias y sensaciones,
el hombre precisa de amor hondo y claro,
sin reproches ni siquiera falsedades,
porque de eso el amor no es partidario.
A pesar de la confianza y la esperanza,
el hombre necesita de su propia fe,
porque sin ella no hay oportunidad alguna,
de conocer la lealtad y la honradez.
A pesar de una grata compañía,
el hombre tiene también su soledad,
esa soledad que siempre acaria,
y donde ella reposa su claridad.
A pesar del silencio y de la calma,
el hombre ha de hablar y escuchar,
porque sólo el silencio no es nada,
y hablar y escuchar permiten amar.
Autora: Rosa Mª