¡Dame de tu voz el viento!
¡No dejes de hablarme nunca!
Que de palabras se abracen
mi soledad y la tuya.
Que no nos duerme la muerte
con su silencio de tumba,
dame de tu voz el viento,
no dejes de hablarme nunca.
Que tus palabras penetren
la quietud de mi penumbra
y que despierte mi boca
con el sabor de tu lluvia.
¡Dame de tu voz el viento!
¡No dejes de hablarme nunca!
Que no descanse mi oído
del tambor de tu pregunta.
Y que los labios espacien
con su calor en censuras
conversaciones eternas
en nuestras voces oscuras.
¡Dame de tu voz el viento!
¡No dejes de hablarme nunca!
Tu garganta derramando
siempre su huella en mi hechura.
Que se enlacen las palabras
en sus vaivenes de plumas
y que el cristal del silencio
jamás nos prenda en su bruma.
¡Dame de tu voz el viento!
¡No dejes de hablarme nunca!
Que en la trastienda del tiempo
mi voz juegue con la tuya.
¡Dame de tu voz el viento!...
¡No dejes de amarme nunca!