¿COMO APRECIAMOS NUESTRO ENTORNO?

LAS VIBRACIONES DEL AURA

( Por Adrián Pérez de Vera.- F.R.C. )

Nos habrá sucedido en más de una ocasión que vamos de visita a casa de un amigo o vecino con la intención de pasar algún tiempo y al llegar, algo hace que sintamos deseos de irnos de allí enseguida. En otras ocasiones ocurre lo contrario; vamos a una casa por unos pocos minutos y al cabo de las horas nos damos cuenta de lo rápido que nos ha pasado allí el tiempo.

¿Por qué ocurre ésto? Un adagio chino dice: "Antes de entrar en casa del amigo, mira las flores del jardín". Si las flores o plantas se encuentran bellas, lozanas, cuidadas, es porque la atmósfera que se respira es agradable y equilibradora. Por el contrario, si las flores están marchitas y las plantas ajadas, lo más probable es que allí no reine la armonía.

Otra situación que tiene el mismo significado es cuando damos a dos personas los mismos objetos en las mismas condiciones de temperatura, espacio, etc., para que cada una disponga de ellos según su propia personalidad. Si los objetos en cuestión son sendos jarrones con el agua apropiada y las flores para hacer un ramo en un ambiente idéntico, el resultado será que uno de los arreglos parece más hermoso que el otro. Ocurre lo mismo cuando dos personas están preparando un bocadillo usando los mismos ingredientes y las mismas condiciones de temperatura. Uno sabe algo distinto al otro. ¿Por qué?

Popularmente, se dice que el resultado de las cosas está en relación al cariño que se les ponga al hacerlo. La verdad es que la sabiduría popular es siempre sorprendente. Precisamente en eso radica el que un ramo nos parezca más hermoso que otro o que un bocadillo tenga algo especial. Veamos qué es eso que la sabiduría popular llama cariño.

Nuestro estado anímico, nuestro equilibrio o su contrario, nuestra forma de pensar sobre las cosas y las personas, en fin, nuestra actitud mental o pensamientos, influyen definidamente en nuestra aura. En muchos experimentos realizados este hecho ha sido ampliamente demostrado.

Por otro lado, a través de los experimentos de psicometría o vibroturgia hemos aprendido también que nuestra aura impregna todo aquello que tocamos: el ambiente que nos rodea, las plantas... e influye también directamente en las personas que viven con nosotros. Por lo tanto, las flores del jardín, el ramo o el bocadillo estarán expresando nuestro magnetismo, el cual a su vez expresa el tipo de pensamiento predominante en nosotros.

El aura, en cuanto a su color, brillo y diámetro se refiere, no es una constante sino una variable. Esto significa que se expresará en relación a los tipos de pensamientos que mantengamos en nuestra mente. El que odia o está de mal humor, el que está sometido a tensiones producidas por la envidia o el que tiene malos pensamientos, contacta a través de su aura negativa con todo aquello que le rodea. Los que se sienten cariñosos, generosos y comprensivos con los demás, los que rebosan buenos pensamientos, también contactan con su aura positiva con todo aquello que está a su alrededor. Las vibraciones del aura en uno y otro caso afectan al sabor de los alimentos que hemos preparado, de manera que descubrimos el "cariño" que han puesto en ello. Lo mismo ocurre con todas las demás cosas que uno realiza durante el día.

A veces vamos a un lugar y sentimos que "no hay buenas vibraciones". Antes de juzgar si el problema está en el ambiente deberíamos autoanalizarnos, no sea que el que siente que no hay buenas vibraciones es porque él no las produce. Aquél que por razones de trabajo frecuenta muchos hoteles, duerme cada día en una habitación diferente. Por supuesto que en esas habitaciones se encuentran aún las vibraciones del aura de aquellos que lo precedieron. Pero si el cliente actual está armonizado consigo mismo, enseguida influirá sobre ese ambiente. El problema mayor estriba en que el actual cliente crea que las vibraciones del otro sean más fuertes que las que él puede producir a través de la armonía de su recto pensar. Aquí nos encontramos de nuevo con la ¡dea de que nuestras creencias producen creaciones; más todo se encuentra en nosotros y somos nosotros, a través del Conocimiento, los que podemos actuar en todas las situaciones cambiando a cada paso nuestra actitud mental ante la vida. En la medida en que nuestros pensamientos tengan el enfoque correcto, estaremos arreglando las vibraciones del ambiente.

El que se limita a observar que allí donde se encuentra no hay buenas vibraciones no está arreglando inteligentemente el ambiente que le rodea. Esto le ocurre a mucha gente cuando asiste a un lugar frecuentado por mucha gente o es espectador de alguna actuación. Unas veces le parece que la fuerza de las buenas vibraciones le alcanza y otras sale preocupado porque siente desarmonía. Allí, como en otra parte, encontrarás lo que lleves dentro.

Pongamos el ejemplo de una persona que quiso arreglar desde fuera algo que le sucedía por dentro. Este personaje iba al oftalmólogo cada seis meses porque su ojo miope se modificaba frecuentemente y perdía el eje del lente que le corregía el médico. Estuvo seis años cambiando de lentes cada seis meses. El oftalmólogo cambiaba cristales, hacía estudios del ojo y no se explicaba la razón de la pérdida focal en tan poco espacio de tiempo. Un día esta persona cambió de aires y se dedicó diariamente a realizar los ejercicios que había estudiado, ejercicios sencillos de respiración, relajación y meditación. Trabajaba también de una manera mística llevando paz y amor a todo el género humano. Esa persona lleva ahora más de treinta años con los mismos cristales. El ojo es un órgano muy sensible a la irritabilidad nerviosa; la visión borrosa es uno de los síntomas de muchos problemas nerviosos. La actitud mental, el mantener pensamientos creativos y generosos, la realización de simples ejercicios diarios, influyen notoriamente en la anatomía de un ojo miope.


Nuestros períodos de sanctum son sanos y convenientes, ya que los mismos sirven para que realicemos las reflexiones debidas sobre nuestras actitudes. Si en estos momentos sentimos que algo a nuestro alrededor debe cambiar, veamos primero si ello es así o si por el contrario dicho cambio lo tenemos que realizar en nosotros. Intentemos lo siguiente:

Cerremos los ojos y veámonos por dentro, tratando de estar conscientes de nosotros mismos. Observemos cómo nos sentimos física y mentalmente. ¿Encontramos que nuestra salud es buena? ¿Tenemos paz? Si la respuesta es afirmativa, no es necesario cambiar nada, en todo caso visualicemos la Tierra y enviemos esa paz a todo el género humano.


En caso contrario podemos hacer lo siguiente: Recordemos algún momento en nuestra vida en el que nos sentíamos bien y tratemos de sentir lo que en aquella ocasión sentíamos. Quizás nuestras tendencias eran más generosas o tolerantes. Quizás fue una época en la que trabajábamos más por el simple placer de servir a la humanidad; una época en la que veíamos a todos con buenos ojos. Recordemos cómo era nuestra salud en aquellos momentos: ¿Había paz mental? ¿No es verdad que teníamos algo especial dentro? Lo que una vez se ha tenido sigue estando siempre: revivamos ahora esa sensación a través del recuerdo. Dejémonos fundir en esa paz y deseemos después que todos los seres del mundo puedan también gozarla.

Ya tenemos algo adelantado, porque acabamos de entrar en un período de armonización con nosotros mismos. En la medida en que lo consigamos, nuestro entorno mejorará sustancialmente.

Si el problema lo observamos en nuestro entorno familiar, en nuestro trabajo o en cualquier otro lugar, la clave en todos los casos es la misma: nuestra armonización. Si estamos armonizados nuestra aura impregnará todo lo que está a nuestro alrededor con vibraciones positivas que afectarán a nuestro entorno. Encontraremos también que el amor al prójimo es una sentencia tan válida que repercute beneficiosamente en todos los órdenes de la vida. La misma está contenida en la idea del servicio  La sensación gratificante que nos deja el servir desinteresadamente, se traduce en una gran paz y realización personal que no deja tiempo al aburrimiento, nerviosismo o depresión.

Un miembro avanzado en sus estudios metafísicos asistirá con frecuencia a centros con el afán de servir a todos los demás miembros. El no puede decirse que vaya a buscar. El no debe considerarse un buscador, sino un servidor. Los que no hayan integrado esta idea verdaderamente no han alcanzado este alto nivel de consciencia. El que más alto está es el que en mayor actitud de servicio se coloca. Esto lo podemos observar en todas las áreas del saber. El que más sabe es el que mejor puede servir a la humanidad. Los grandes avatares, por tanto, han sido aquellos que han entregado su vida al servicio de todos.

Este grado en la evolución de la consciencia no es algo que se pueda atribuir a una facción religiosa o filosófica. Los altos servidores de la humanidad no realizan su servicio pensando en el color de la piel o en la idea religiosa que profesan; para El todos somos criaturas del Padre Celestial o del Dios de nuestros corazones.

La idea de servicio es un gran disolvente del aburrimiento, la apatía y el miedo. Vayamos a nuestras reuniones con la actitud de que tenemos la oportunidad de servir a los demás. Ojalá nos sirva de guía la oración de San Francisco de Asís, que transcribo a continuación:

"Señor:
hazme instrumento de tu paz.

Que donde haya odio, lleve yo amor

donde haya injuria, perdón

donde haya duda, fe

donde haya desesperanza, esperanza

donde haya tinieblas, luz

donde haya tristeza, alegría.

¡Oh, Divino Maestro!

Que no busque yo tanto

ser consolado como consolar,

ser comprendido como comprender;

ser amado como amar.

Porque es dando como recibimos,

perdonando como somos perdonados

y muriendo, como nacemos

a la Vida Eterna".

¡Que así sea!