El caso Mariquita
El primer gran acto revolucionario de María de Todos los Santos Sánchez
fue casarse por amor. Los matrimonios en esa época eran arreglados por
el padre, cuya autoridad en esto, como en casi todo lo demás, era
indiscutible. Quienes se negaban a hacerlo iban a parar al convento,
salida que muchas elegían con alivio, ya que, dependiendo de su dote (la
Iglesia también la exigía), podían llevar allí una vida tranquila y
privilegiada, pero sobre todo porque las salvaba de tener que convivir
con un señor mucho mayor o, peor aún, con alguien que les resultaba
repulsivo.
El convento no la hizo desistir de su deseo de casarse con Martín
Thompson, un primo segundo. Ella y Martín le escribieron sendas cartas
al virrey Sobremonte, que era el único que podía lograr la excepción. Y
lo hizo.
El "caso Mariquita" ocupó las conversaciones de la ciudad porteña
mientras duró. Algunos estaban a favor de la joven pareja enamorada y
otros tantos en contra de que se transgrediera la prerrogativa paterna
de elegir marido para las hijas.
El segundo gran acto revolucionario consistió en abrazar la causa de la
independencia, y comenzó con sus famosas tertulias apenas instalada en
su casa. Para entender la importancia y el alcance de esas reuniones es
necesario transportarse a la época.
Las tertulias y saraos eran reuniones en casa de las principales
familias de Buenos Aires. En la preparación, lista de invitados, menú,
ropa, disposición de muebles y otros detalles, se ponía mucho tiempo y
esmero. Recibir en casa de esta forma era considerado un arte. Y las
anfitrionas que sobresalían en esto adquirían una bien ganada fama entre
los vecinos de Buenos Aires. En este caso, no sólo se trataba de
riqueza, educación superior (casi sobrenatural considerando que la
enorme mayoría de las mujeres eran analfabetas, aun entre la clase
acomodada), encanto personal y belleza. Mariquita era inteligente y
estuvo involucrada en política toda su larga vida. En sus tertulias se
discutían los acontecimientos, se pasaba información, se opinaba, se
urdía. Nada ocurría que no fuera comentado en su salón. Allí se
susurraron órdenes y contraórdenes, se espió y se pasó información, se
torcieron rumbos y se fraguaron alianzas. En la lista de invitados y
asistentes figuran los nombres de José de San Martín, Manuel Belgrano,
Fray Cayetano Rodríguez, toda la Logia Lautaro, y muchos más. Podría
decirse que nada de importancia ocurría sin su conocimiento.
El tercer acto revolucionario de Mariquita lo desarrolló toda su vida:
escribir sus impresiones sobre lo que vivía, veía, pensaba. Gracias a
eso es que existe un registro escrito de la visión de una de las mujeres
más fascinantes de nuestra historia.