Un nube opacó en su oscuro trayecto la quietud de mi alma. Vinieron los temores, a ensombrecer mis días, y las noches se hicieron eternas pesadillas.
Lágrimas de impotencia cual vertientes regaban cada noche mi almohada. Y la desesperanza se anidó entre mis versos , como una inmensa daga que mordia mis alas y mi voz acallaba.
Cuando todo era incierto, y al borde del abismo un rayito de sol, descorrió suavemente los negros nubarrones.
Y pude comprender, con toda claridad, que Aquél que despejaba, mi camino de espinas, de llanto y desconsuelo, con ternura infinita mi rostro acariciaba...
Desde mi pequeñez, hoy puedo percibir su Grandeza y Bondad. Quizá deba llorar, una vez ,y otra más, sin embargo confío que detrás de esas nubes siempre lo encontraré.
Y me consolará, como lo hizo ayer, cuando sin darme cuenta, casi perdi la fé...