Esperar lo mejor es un buen hábito, el cual fortalezco mediante la oración y la práctica. Esperar lo mejor no significa ser ingenuo, significa creer en posibilidades ilimitadas y mantener una visión elevada al mismo tiempo que te mantienes flexible.
Dejo de preocuparme por posibles resultados indeseados. En vez de ello, estoy consciente de que Dios está presente en mi experiencia. Con cada pensamiento y palabra, reconozco la presencia y el poder activos en mí y en esta situación. Si estoy con personas que se sienten intranquilas, mantengo la calma, sonrío y comparto con ellas mis expectativas positivas. Como reza un dicho: “nuestra energía fluye hacia donde ponemos la atención”, así que centro mi atención en lo positivo y en el bien.
La voz apacible y delicada en mí me guía a mi centro de paz.
A veces permitimos que el silencio interno y eterno sea aminorado por el ruido de la vida cotidiana. Nuestra conciencia recibe información de distintos lugares y las preocupaciones interrumpen nuestra calma interna. Mas la paz está a nuestro alcance en todo momento y en todo lugar.
Para acceder a la paz del Silencio, me detengo y escucho. Permito que la paz profunda que mora en mí se expanda. Observo cómo la voz dulce y delicada del Espíritu divino se hace cada vez más evidente, y mis pensamientos se tornan afables y compasivos. Dios es mi fuente de paz.
Al regresar nuevamente a las tareas del día, soy más eficaz y expreso mayor amabilidad y comprensión. ¡Estoy equipado para expresar la paz!
Los animales nos deleitan, transportan, prestan servicio, nos ayudan a permanecer centrados y nos brindan aliento. Las travesuras de los cachorritos nos enternecen. El observar peces y acariciar a un perro fiel, ¡puede hasta bajar la presión arterial! Nuestros animales amigos nos distraen de las preocupaciones y nos brindan consuelo. Ellos no nos piden mucho y, sin embargo, nos dan su amor y afecto incondicionalmente.
Los animales tienen la habilidad innata de conectarse con las personas. Existe algo mágico en la relación de un caballo con su jinete. Los animales de servicio ofrecen su visión, su agilidad y su sexto sentido para ayudar a las personas a tener vidas independientes. ¡Bendigo a todos los animales!
Luego dijo Dios: “¡Que produzca la tierra seres vivos según su género…”. Y así fue.—Génesis 1:24
La prosperidad es mucho más que dinero en el banco o posesiones. La verdadera prosperidad comprende nuestras relaciones personales, salud y dones internos. La experimentamos al sentir gratitud por la abundancia del universo y estar conscientes del poder divino que infunde nuestro ser. Si definimos a la prosperidad sólo como éxito financiero, limitamos nuestro aprecio por la copiosa expresión de Dios.
La prosperidad es un estado mental. Surge de la conciencia de todo lo que somos y lo que tenemos. Al participar en el dar y recibir de todo bien, disfruto de una vida plena y próspera. Al enfocarme en el bien este se multiplica. Agradezco la verdadera prosperidad: una vida plena y significativa.
Que las montañas den prosperidad a todos y que las colinas sean fructíferas.—Salmo 72:3 (NTV)