Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora, se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
II
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria, de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles, dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
III
Acaso nos veremos un día, casualmente, al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizás: «Qué linda es, todavía». Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo viejo».
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra. O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
IV
Y seguirá muriendo la vida, año tras año, igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto, o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas, pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.
V
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando, pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente, y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizás, para entonces, al cruzar una calle, nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.
VI
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra, las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos, te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas, aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.
José Ángel Buesa
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