SANTIDAD DE VIDA DE LOS PRIMEROS TEMPLARIOS
La práctica de estas virtudes y sus heroicas acciones les merecieron los mayores elogios de personas célebres en santidad y saber.
"¡O milicia santa, escribía San Bernardo a los primeros caballeros del Temple, confusión y vergüenza de los demás soldados y gente de guerra! Donde siendo todos valerosos se vive bajo una obediencia humilde, guardando como verdaderos religiosos castidad y pobreza. Donde en ningún tiempo se halla la ociosidad; antes por no comer el pan de balde, cuando no hay ocupación en la guerra, se divierten en limpiar, pulir, aderezar y acicalar las armas, reparando unas y renovando otras, para estar prontos y dispuestos a cumplir lo que mande el maestre o prelado. Aquí no hay excepción de personas, porque el más valido es el más esforzado y valeroso. Ni menos se hallan entre estos caballeros insolencias, bravatas, desgarros, lisonjas, murmuraciones, descomposiciones y palabras vanas. Menosprecian todo género de juegos, dados, músicas, danzas, pasatiempos y fiestas, y aborrecen hasta la caza de ave de rapiña por clamorosa y menos religiosa. En el campo acometen a sus enemigos como leones bravos a las flacas ovejas, confiando más en la virtud divina que en el valor de sus brazos; y así se muestran en casa mansos corderos, y en la campaña fieros leones, unas veces como monjes humildes y compuestos, otras como soldados esforzados y valientes. No se puede decir más de la vida y costumbres de estos caballeros, sino que es de Dios su obra y admirable a nuestros ojos. Escogió estos fuertes soldados, y congregolos de los últimos confines de la tierra, para que al modo que los fuertes de Israel cercaban y guardaban el lecho de Salomón con las espadas ceñidas, así ellos guarden el santo Sepulcro con su presencia y le defiendan de las manos de los bárbaros e infieles"
S. Pedro de Cluni, que asistió como hemos dicho al concilio de Troies cuando fue aprobada la Orden, escribió una epístola muy particular con esta inscripción:
"Al muy venerado y amado mío Don Ebrardo maestre del Templo de Dios que está en Jerusalén, Fr. Pedro humilde abad de Cluni, salud y dilección en cuanto le es dable".
En seguida principia la carta con las expresiones de benevolencia que les profesaba, y entre otras cláusulas se lee la siguiente.
"¿Quién de los que tienen esperanza de la salud eterna no se alegrará? ¿quién no se llena de gozo en su Dios y Señor de la salud? De que la milicia del Rey eterno ejército del Dios de las alturas, para aniquilar los enemigos de la cruz, salió congregada de diversas partes del orbe, como si fuese de los celestiales alcázares a nuevas batallas"
y concluye el Santo su escrito con estas palabras:
"En lo uno os apropiasteis todo lo que es propio de los santos monjes y ermitaños; y en lo otro excedisteis el intento o instituto de todos los religiosos".
El venerable Fr. Humberto de Ramanis, quinto general de la orden de predicadores, varón de singular virtud y letras, escribió un sermón Ad Templarios, en el cual entre otros elogios se leen los siguientes:
"Esta Orden fue confirmada para pelear contra los sarracenos, y por la experiencia y grande fruto que se ha tenido de esta máxima religión y triunfos de los sarracenos, por esta causa a devoción de todo el orbe han sido exaltados contra ellos y llamados milicia del Templo, porque al principio habitaron junto al Templo. Y por cuanto entre todos los fieles que hay en la iglesia de Dios, a ellos especial y particularmente se les atribuye el nombre de milicia, conveniente será hacer peculiar mención de la milicia, etc."
Gaufridio, prior vosiense, hace los mismos o semejantes elogios de los templarios en su Crónica, y dice: que esta Orden y la de los hospitalarios fueron creadas no sólo con el fin de la santa Cruzada, sino también con el de restituir a su antigua observancia la disciplina regular que tanto había decaído por aquellos tiempos.