MODO DE PELEAR O DE ENTRAR EN BATALLA
Cuando iban de facción o a acometer al enemigo, llevaban delante la balza o estandarte de la Orden. Seguían los caballeros formados de dos en dos, o según convenía, en traje de campaña, armados con sus lanzas y espadas, sin ruido ni algazara, y esperando impávidos e inmóviles al enemigo, cuando así lo disponía el jefe o gran maestre. Si era preciso atacar, eran de los primeros en acometer y lanzarse sobre el enemigo, y los últimos a retirarse, dejando siempre en el campo de batalla pruebas indudables de su valor. Pocos momentos antes de entrar en acción, el gran maestre o los comendadores mandaban tocar las bocinas y atabales de la Orden, y reunidos entonces todos en comunidad entonaban con la mayor devoción aquellas humildes palabras del profeta David: non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam: no a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da toda la gloria.
Solían acometer al enemigo buscando las alas del ejército contrario, o aquel flanco que consideraban más a propósito, sin atreverse jamás a retirar, a no ser que así lo mandase el jefe, derrotando enteramente al enemigo o muriendo todos en la pelea. Si por acaso alguno de ellos no se portaba con toda la valentía que era de esperar, se le imponía por su comendador o gran maestre un riguroso y ejemplar castigo. Quitábanle ignominiosamente la capa con la cruz, principal distintivo de los caballeros; otras veces le expulsaban de la Orden, o a lo menos le echaban de la comunidad, obligándole a comer en tierra sin servilleta, por espacio de un año o más, según consideraba necesario el gran maestre.
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