El caso es que no fue intencionado, pero resulta que una de las grandes meteduras de pata de la arquitectura es una de las mayores atracciones turísticas del mundo. La causa está en los basamentos de la torre, o más bien, en la falta de basamentos. La torre tiene 55 metros de altura, pero sus cimientos sólo tienen 3 de profundidad. Inmediatamente después de que se empezara a construir, el suelo empezó a ceder. Eso ocurrió en 1173, y desde entonces el suelo ha estado cediendo lentamente.
Cuando se terminó, las plantas superiores se habían construido de manera distinta a los primeros planos, con el fin de hacer contrapeso a la incipiente inclinación.
Esto sucedió en los últimos años del siglo XIV. Los cambios debieron tener efecto, porque en los últimos seiscientos años la famosa Torre de Pisa ha estado inclinada, pero sin estrellarse contra el suelo.
En estos momentos, los historiadores y técnicos de construcción se están rascando las cabezas, preguntándose si serán capaces de evitar una mayor inclinación y conservar la torre intacta otros ochocientos años.