El libro intenta no ser polémico, pero ha habido algún brote polémico que yo creo que no tiene demasiada justificación. Yo les voy a explicar un poco la historia de lo que se va contando en el libro y les intentaré explicar lo que a mí más me ha llamado la atención, porque yo también, al escribir el libro, he ido descubriendo cosas que no sabía; y espero que a ustedes también les pueda interesar. El libro, aunque no aparece así, separado físicamente en el libro, tiene como tres partes.
Una parte se llamaría el encuentro, que es la amistad que se establece entre Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos, cuando todavía Adolfo Suárez no había sido Presidente del Gobierno ni el Rey era Rey, era un príncipe que esperaba que le proclamaran sucesor a título de Rey, en la Jefatura del Estado, la historia de una amistad. Para mí, los dos personajes, tanto el Rey Juan Carlos como Adolfo Suárez, bueno, no solamente me merecen consideración y respeto y gratitud, sino, yo creo, que se la deben merecer a cualquier español. Creo que hicieron una tarea que difícilmente se habría hecho, o habría habido muchas dificultades para hacerlo de otra forma.
Es la historia de los sentimientos. La vida no es solamente pensar y la política tampoco debería ser solamente un problema de ideas, sino también de sentimientos. Creo que, hoy mismo, lo que falta en la vida política es lo que yo llamaría el pensamiento generoso. Hay un guirigay, unos peleas tremendas, y un desconcierto notable, que muchos de nosotros añoramos aquel espíritu que reinó en este país y que hizo posible la concordia.
Digo, que esa sería la primera parte del libro; que intentaré dar noticia de algunos datos y detalles de cómo se genera esto y cómo llega Adolfo Suárez, un chico de Cebreros de Ávila, hijo de un padre más bien poco adicto al régimen ni, por supuesto, nada monárquico más bien republicano, amigo de lo que se hablaba con Claudio Sánchez Albornoz. Igual que los abuelos de Adolfo Suárez, que también, según confiesa él, eran republicanos, ahí se juntaron como en muchas familias españolas las Dos Españas y el Rey, que es un niño pequeño, que llega a Madrid con diez años, un día de noviembre con frío, que le miran mal los que entonces dominaban el régimen, que eran los falangistas –estábamos en la posguerra- y que viene a raíz del pacto entre Franco y Don Juan, porque Don Juan había hecho un manifiesto y estaba descartado para ser Rey de España, para por lo menos el anterior Jefe del Estado y, entonces, llega a España él solo, y tiene que pasar una vida dura, difícil, muy vigilado, muy controlado; que pasa por un colegio especial; después por una serie de academias militares. Su padre quería que fuera a universidades de renombre, a Lovaina o algún sitio así, y Franco dijo que no.
Entonces, toda la educación del Príncipe fue complicada y al final, además, se complicó mucho más porque, como recordarán, otro, bueno, de la misma dinastía, aunque no tenía derechos dinásticos, que era otro nieto de Alfonso XIII que se llamaba Alfonso de Borbón, Duque de Cádiz, pues se casó con la nieta mayor de Franco; y, entonces, pues, ahí había parte por lo menos la familia y sectores del régimen que querían que fuera esa la solución. Entonces, estamos en una coyuntura complicada. Son dos personajes que se encuentran; son jóvenes; se encuentran en Segovia. Suárez es el gobernador civil de Segovia el año 68 y 69 y, en esa época, parece que a primeros del 69, se ve con el príncipe. Como digo, el príncipe, dada la ambigüedad de Franco, no sabía muy bien, aunque parecía inminente que iba a ser designado sucesor, por fin, sucesor oficialmente, que es lo que ocurrió ese año 69 en julio. Y Adolfo Suárez tenía serias aspiraciones a ser Presidente del gobierno. Como anécdota, cuento en el libro que cuando termina la carrera de Derecho, pues, con no notas maravillosas sino más bien a trancas y a barrancas por libre en Salamanca. Es el mayor de cinco hermanos, tiene que ocuparse también de la casa y vivir en un momento difícil de la familia, abrirse camino hasta que le coge bajo su amparo Herrero Tejedor, que es el que le hizo Secretario suyo, y ahí empezó su carrera política, pero Adolfo Suárez cuando todavía no es nada, recién terminado Derecho, se hospeda en un colegio mayor donde estaba uno que luego fue un colaborador suyo, pues, muy cercano hasta el final en su despacho y en todos los sitios. Y éste cuenta que Adolfo Suárez llega allí, tienen que aplicarle una cama supletoria en la habitación del hermano de Herrero Tejedor, para que pueda subsistir; el director de este colegio es Eduardo Navarro, el hombre que, digo, que toda la vida –se ha muerto hace poco; es otro testigo que se nos ha ido, ha sido muy amigo y colaborador inmediato de Adolfo Suárez-, digo que en aquellas circunstancias, un chico joven, veintitantos años, y ya entonces, aspiraba a ser Presidente del Gobierno.
Tenía una ambición tremenda. Medio en broma, medio en serio, en aquel momento, el año cincuenta y tantos, decía que iba a ser Presidente de la República; luego se hizo monárquico, cuando conoció al Príncipe Juan Carlos. Hay unas anécdotas por qué Suárez cambia y se hace monárquico, procediendo de una familia republicana, etc. Hay una circunstancia que yo recojo en el libro que tiene alguna importancia. Él quería hacer unas oposiciones para la armada y se va a Sevilla en el año 58; creo que es el 58, en el verano; y le acoge el gobernador civil de Sevilla que era Hermenegildo Altozano, que era un caso curioso, porque en aquellos tiempos los gobernadores civiles tenían que llevar camisa azul y, por supuesto, eran unos señores del Movimiento. Éste era de extracción militar, marino, y era curiosamente de la secretaría de Don Juan; era un colaborador de Don Juan de Borbón; era un caso atípico en aquel momento; y allí se acoge Adolfo Suárez.
Y Hermenegildo Altozano, que es monárquico convencido y, además, juanista, tiene charlas con aquel joven ambicioso, que era Adolfo Suárez. Y parece que es el primer chispazo serio con que él se da cuenta de que en España la monarquía, que venía de siempre, que era lo tradicional, que era lo que encajaba la historia, era la solución, y no buscar otras fórmulas. Como digo, después coincide con el Príncipe Juan Carlos, por lo menos ya formalmente en Segovia, siendo gobernador civil, y ahí hay, en el libro aparecen varias dudas sobre si es verdad o no que él entrega en aquellas circunstancias –insisto, hablamos del año 69-, unos papeles al Príncipe, una especie de hoja de ruta de lo que tendría que ser la transición política de un régimen a otro. Su hijo dice que fue así; Fernando *Alcón que es el más amigo que tiene, el que sigue viéndole ahora mismo y que va a verle con frecuencia con su mujer, y siguen siendo muy amigos, pues a mí me asegura que sí, que incluso se lo pidió el Príncipe. Su cuñado Aurelio Delgado que fue el secretario particular suyo cuando estuvo en Presidencia de Gobierno y que le ha acompañado, pues también asegura que hubo esos papeles; yo he consultado, he preguntado en la Zarzuela y resulta que cuando le nombran Presidente del Gobierno, según miembros de este entorno, dicen que el Rey le sacó los papeles y le dijo: “Adolfo, pon en marcha ahora lo que habíamos acordado en esos papeles”. El Rey no se acuerda de eso, me dice, y los papeles, desde luego, no están en el archivo de la Moncloa.
Pero, en fin, sí que hubo intercambio, incluso físico, preparando el futuro. Es decir, una de las características de Adolfo Suárez, que es que no quiere ser y quedar en la historia como un actor ambicioso y que se deja llevar, que otros le hacen el guión, sino que él reivindica su papel, no sólo como actor, sino como autor del objetivo principal, que era establecer en España una Constitución para todos y establecer la monarquía parlamentaria y devolver la democracia a España. Él eso lo vio claro; luego se fue improvisando por el camino. Digo que esa sería la primera parte, el comienzo de esa gran amistad que culmina con el nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno.
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