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De: Monika1 (Mensaje original) |
Enviado: 15/03/2010 11:24 |
Teoría De Las Realidades Alternativas
Formulada hacia el ańo 1966 por Allen Greenfield, plantea que la realidad no es algo fijo y estático, o al menos no lo es en nuestro presente estado de comprensión. Por lo tanto cabe que resultemos atrapados en alguna suerte de determinado estado de realidad, por medio de viajes o transmisiones en una cierta interrealidad. El universo en el que residimos sería sólo una porción de la totalidad de lo real.
A través de la historia, los habitantes de otras realidades alternativas han estado en contacto con la humanidad, por lo general con ánimo amistoso y en menor grado con propósitos hostiles, en orden a dominar a la población con manipulaciones encubiertas.
En la concepción einsteniana cabe concebir «atajos» espaciales por la producción de curvaturas locales (como los agujeros de gusano). Cuanto mayor es la cantidad de materia, mayor es también la curvatura del espacio en ese punto. Si la masa de un entorno fuese suficientemente grande y se hubiese llegado a un determinado radio de enrrollamiento, la curvatura circundante se cerraría sobre sí misma. Su contenido quedaría entonces aislado del resto del complejo espacio-temporal. Tal efecto se traduciría en una sorprendente desaparición de objetos materiales. Un cuerpo espacial que estuviese animado de una velocidad próxima a la de la luz adquiriría -según la teoría de la relatividad- masa necesaria para cerrar sobre sí mismo su propio campo gravitatorio. Pasaría de esta manera a otro plano diferente al del universo observable. Fuera de éste, la materia no estaría sometida a las mismas leyes físicas que rigen normalmente en su interior, pudiendo desaparecer y reaparecer en otros puntos del espacio, en escasísimo tiempo. Esta teoría ha sido propuesta por Schwarzschield.
Similares especulaciones hace Luis Schöenherr. Según este investigador los viajeros proceden realmente del espacio exterior, pero durante sus desplazamientos utilizan la cuarta dimensión para vencer las grandes distancias intersiderales. Es decir, son tridimensionales y se originan en nuestro mismo continuum de espacio-tiempo, pero para viajar fuera de él se valen transitoriamente de artilugios de la tecnología tetradimensional. Para evitar «cruzar» extensiones longitudinales, producirían con su avanzada técnica unas curvaturas locales en el espacio que ha de ser vencido; una vez conseguido ésto, ellos simplemente empezarían a surgir ante nuestra vista.
Los ovnis vienen de un universo de cuatro dimensiones, opina Raoul Foin; sus frecuentes desapariciones instantáneas se explicarían por la súbita transferencia al futuro, donde no les podemos percibir. Así pues, no surgen del espacio sino del tiempo. Podrían ser practicantes de la regresión temporal, que se complacen en examinarnos como a sus ancestros.
Otto Binder sugiere que serían seres de una diferente «zona del tiempo» y por ello sin existencia real, sólida y tangible en nuestro tiempo. Más bien se trataría de meras proyecciones a través de la barrera temporal.
Para John A.Keel, John R.Young y el Doctor Stannard, es posible que nos estemos topando con seres inteligentes de un «universo negativo» integrado por antimateria, que coexiste con el nuestro o lo interpenetra sin que seamos conscientes de ello. Aquello podría explicar el por qué tanto de los platillos volantes, del poltergeist, de las extrańas materias que caen inexplicablemente del cielo, etcétera.
Otra de las hipótesis postula que los ovnis no se originan en el convencional espacio exterior, sino que pertenecen al «espacio interior» del hombre. Para Matt Graeber, lo que hoy llamamos ovnis se denominó en otros momentos de la historia: visiones, dioses, santos y ángeles.
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Según Otto Binder, los ovnis y otros fenómenos conexos pueden originarse en un mundo cuyo grado de vibración esté una octava por encima del nuestro, implicando el concepto de «mundos dentro de otros mundos», interpenetrándose mutuamente. Los habitantes de cada uno de estos recintos vibratorios en particular sólo ven, oyen y tocan el sistema limitado de realidad que les ofrecen sus propios órganos sensoriales, capacitados para operar exclusivamente en un tramo muy definido del espectro total de la energía vibratoria. Así tendríamos mundos enteros invisibles al alcance de la mano, estratificados en «capas» o esferas interpenetradas; como si las bandas del interior de una cebolla se solapasen a interpenetrasen unas con otras y, no obstante, se mantuviese una abismal separación vibratoria entre todas ellas. J.B.Hasted, físico y parapsicólogo, sostiene que «hay un número infinito de «mundos que coexisten a su vez en el seno de un número infinito de dimensiones, pero no interaccionan directamente entre sí porque son mutuamente «ortogonales». No obstante, si la conciencia humana fuese capaz de recibir impresiones sensibles de uno de esos recintos diferenciados, quedaría así explicada una gran variedad de fenómenos, tanto ufológicos como paranormales. A efectos prácticos la realidad no es algo absoluto, sino condicional y relativo. Para una mente concreta en particular, su «realidad objetiva» estará en función de en qué dirección, hacia qué «área» específica focalice su atención.
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Según Raymond Bernard, no todos los ovnis serían extraterrestres: algunos provienen del interior del globo terráqueo que es parcialmente hueco y posee sendas aperturas en los polos.
Se dice que el Almirante Byrd, explorador del Polo Norte, penetró en esta región desconocida, encontrando una tierra de clima templado con montańas, bosques, ríos, lagos, vegetación y vida animal.
Para Brinsley le Poer Trench, miembro de la Cámara de los Lores británica, este mundo subterráneo habría sido construído por los habitantes de la Atlántida, para protegerse de catástrofes oceánicas y sísmicas. Las dos entradas localizadas en los polos (que habrían sido incluso fotografiadas por los satélites americanos) son las que dan acceso al mundo exterior. Allí se alojan desde hace más de once mil ańos los «barcos del espacio» que nos visitan en la actualidad. Robert E. Dickhoff y Michael Barton X, también son partidarios de la hipótesis de un mundo subterráneo. Los platillos volantes -según ellos- son oriundos de una gran «conurbación» integrada por siete metrópolis subterráneas, comunicadas entre sí por unos conductos huecos y con aperturas que afloran en el Tíbet, Siberia, América del Norte, Sudamérica y ciertas remotas cumbres montańosas. Fueron construídas por los marcianos que en su día habían acudido a colonizar la tierra y que se establecieron en ellas con el fin de escapar a la radioactividad que siguió a un conflicto atómico entre Atlántida y Lemuria. Sus naves interplanetarias entran y salen por las mencionadas aberturas superficiales y su propulsión se basa en las corrientes magnéticas planetarias. Sus tripulantes supervisan desde hace muchos siglos el destino de la humanidad
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