Durante décadas sólo la ufología europea hacía claras distinciones entre los casos de contacto y los de abducción. En los primeros, los testigos describían sus relaciones –por lo general continuadas y llenas de experiencias complementarias– como entidades extraterrestres que deseaban transmitir a la Humanidad alguna clase de mensaje a través de su interlocutor en la Tierra, en este caso el propio contactado. Por contra, las abducciones presentaban el aspecto más dramático del rompecabezas OVNI, y mostraban episodios en los que el sujeto era introducido, aun en contra de su voluntad, al interior del OVNI para ser examinado a conciencia y ser reintegrado a la sociedad con un lapso importante de «tiempo perdido». A ojos de cualquier hábil observador del escenario OVNI ambos fenómenos parecían ser las dos caras de una misma moneda.
Sin embargo, lo que hasta hace poco tiempo los investigadores eran capaces de clasificar en diferentes archivos, en los últimos ańos se ha convertido en un ejercicio harto difícil. Contactados como Sixto Paz reconocen ahora haber sido sometidos a operaciones quirúrgicas similares a las vividas por los abducidos. Presentan ya extrańas cicatrices sobre sus cuerpos, atribuibles a esas intervenciones e incluso aseguran haber sido objeto de «implantes» por parte de sus contactadores. Por contra, los abducidos comienzan a confesar extrańas «misiones» recibidas de los extraterrestres, cosa que –hasta hace pocos ańos– parecía ser sólo del dominio de los contactados. Es el caso, por ejemplo, de Betty Andreasson (de nombre real Betty Ann Luca) quien dedujo de sus vivencias que había sido abducida para informar a todo el mundo de la existencia real de los extraterrestres. Lo que comenzó como un episodio de abducción ha ido tomando matices contactistas a medida que los «guardianes» o los «extrańos» –como indistintamente llama Betty a sus visitantes– iban reapareciendo una y otra vez. Es también el caso de los famosos visitantes de dormitorio, que reaparecen una y otra vez en la alcoba del testigo, llegándose a establecer cierto vínculo de «a mistad», si es que podemos denominarlo así, entre testigo y visitante.
En definitiva, la ufología está perdiendo progresivamente sus formas puras, haciendo que –como afirman John Spencer y Hilary Evans en un estudio comparativo entre abducidos y contactados– «el factor crucial de los informes es que cada caso es único. Esto en sí mismo –continúan– es razón para sospechar que el fenómeno "externo" tiene un significado "interno" específico para el testigo individual». Es decir, que a pesar de que pueda haber un fenómeno externo en los casos de abducción y de contacto que pueda ser idéntico, es el testigo el que al narrar su caso tergiversa la objetividad de su experiencia transformándose indistintamente en «contactado» o «abducido».
Lo cierto es que los ufólogos más brillantes comienzan a sospechar que ambos calificativos son sólo etiquetas para un mismo fenómeno, y que no hacen sino complicar las cosas y ralentizar un análisis más clarificador de la problemática OVNI.