
En el caminar profundo de mi destino puedo hallar la paz en mi proceder, a través de la mirada de todos aquellos paisajes que llenan de armonía la vida y que cautivan nuestros sentidos en el pasar del tiempo. Todos ellos son mi mundo, y lo que da sentido a mi vida. Ya que están creados por el mejor pintor del mundo, Jehova. Ellos nos proporcionan relax a nuestra alma, un espacio mágico para el escritor y para el ser humano que procura actuar con consecuencia hacia los demás.
Nos brinda la luz más divina y anhelada, de la pureza y la creatividad del Padre, de aquel que guía nuestros pasos a través de nuestro destino, de nuestro interior propio, del respirar profundo, del anhelo constante, de la alegría sentida en nuestro vivir.
La vida consiste en saber valorar cada pequeño detalle, cada fragmento de tiempo compartido con los demás.
Siempre desde el respeto y los valores morales altos, que nos inculcaron en nuestras infancias, a pesar de las adversidades pragmáticas de nuestra realidad más triste.
Es un sentimiento y una correspondencia propia, para procurar hacer el bien, allá dónde vayamos, muy a nuestro pesar de a veces encontrarnos de frente con lo negativo de nuestro entorno , tan palpable y desagradable de algunos seres humanos, en los pasos a dar, con nuestra misión como alma del universo. Que nos abre sus puertas a todos aquellos que pertenecemos y permanecemos cerca de la luz de Dios. En nuestras acciones y en la manera de hacer las cosas en nuestro ser.