Aquellos chalados y sus amigos ummitas
Los extraterrestres del planeta Ummo llegaron a la Tierra en marzo de 1950. Al menos, eso es lo que mantuvo hasta su fallecimiento en 1982 FERNANDO SESMA, el contactado que recogió en España el testigo del norteamericano GEORGE ADAMSKI, que fotografiaba tapas de aspiradora y las presentaba como naves procedentes de Venus. Sobre el contactado español, que ha sido tratado con más que respeto por la mayoría de los ufólogos ibéricos, sólo cabe decir que o bien era un chalado o bien un incauto.
Sesma creó en 1954 la Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio BURU, bajo el lema de «creérselo todo mientras no se demuestre lo contrario» [Cabria, 1988]. Los miembros de la agrupación se reunieron hasta su desaparición en La Ballena Alegre, el sótano del madrileño café Lyon. A comienzos de los años 60, Sesma empezó a recibir misteriosos mensajes e inició una delirante carrera hacia el absurdo. En 1962, dijo haber recibido un llamada telefónica de Saliano, un extraterrestre del paradisíaco planeta Auco que a partir de ese momento estableció una fluida comunicación escrita con los integrantes de la tertulia. Las comunicaciones del alienígena le abrieron al contactado las puertas de la televisión, y el club ufológico de La Ballena Alegre atrajo a multitud de curiosos, bromistas y periodistas.
La bomba, sin embargo, estalló en 1966 después de que, otra vez por teléfono, alguien avisó a Sesma de que iba a recibir mensajes alienígenas de diferente origen. A partir de ese momento, el contactado se convirtió en el destinatario de cientos de informes redactados por seres del planeta Ummo, que leía en la reuniones semanales de los seguidores de los platillos volantes. «Ya no eran las sentencias de Saliano, repletas de memeces -dice IGNACIO CABRIA-, sino documentos de un aparente alto nivel científico, técnico y filosófico» [Cabria, 1993].
Los autores de los informes, a pesar de su origen alienígena, apenas se diferenciaban físicamente de los humanos: de apariencia nórdica, sufrían de atrofia de los órganos de fonación, y tenían capacidad dermoóptica en manos y muñecas. Las mentes simples que se daban cita alrededor de Sesma debieron de respirar más tranquilas cuando los extraterrestres se declararon creyentes en la divinidad (woa). La confirmación de la presencia ummita en la Tierra tuvo lugar en forma de aparición de portentosa nave extraterrestre. El 2 de junio de 1967, el diario Informaciones publicó los testimonios de decenas de personas que habían visto, en el barrio madrileño de San José de Valderas, un ovni con el símbolo ummita y parte de las dos series fotográficas que habían inmortalizado la histórica escena.
La aparición de San José de Valderas fue la gota que colmó el vaso del fraude Ummo. El suceso, calificado por Antonio Ribera y RAFAEL FARRIOLS como El caso perfecto [Ribera y Farriols], fue un burdo montaje orquestado por JOSÉ LUIS JORDÁN PEÑA, como todo los informes ummitas. Los análisis de las fotografías demostraron que la nave interplanetaria de San José de Valderas era un plato de plástico suspendido de un hilo [Spaulding y Adrian, 1978] y nadie, excepto Jordán Peña, había sido capaz de hablar con los testigos presenciales. Aunque ufólogos como Ribera acostumbraban a deshacerse en elogios al referirse a todo papel autentificado con la hache barrada ummita, la verdad es que los documentos eran simple y llanamente basura pseudocientífica disfrazada con palabras exóticas como ibozoo uu o uyooaladaa. Todos estos puntos flacos fueron sistemáticamente ignorados por los apóstoles de la ufología espectáculo durante más de un cuarto de siglo. Sin embargo, el tiempo, una vez más, ha dado la razón a los escépticos. El propio Jordán Peña ha confesado recientemente la autoría de los hechos y de los informes pseudocientíficos que hasta hace bien poco causaban el éxtasis entre buena parte de la comunidad platillista española [Jordán Peña, 1993]. Eso, no obstante, no va a evitar que «los de siempre se nieguen a creérselo y digan que Jordán Peña ha sido víctima de los hombres de negro o ha sido torturado por los escépticos», sospecha FÉLIX ARES.