Después de varios años de matrimonio
descubrí una nueva
manera de mantener viva la chispa del amor.
Había comenzado a salir con otra mujer,
aunque debo reconocer que, en realidad,
fue idea de mi esposa.
-Sabes que la amas -
me dijo un día tomándome por sorpresa.
La vida es muy corta, dedícale tiempo.
- Pero yo te amo a ti - contesté.
-Lo sé. Pero también la amas a ella.
La otra mujer a quien mi esposa quería
que yo visitara, era mi madre, pero las exigencias
de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo
lo hiciera ocasionalmente.
Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.
-¿Qué te ocurre? ¿Estas bien? me preguntó.
Mi madre es el tipo de mujer que una llamada
tarde en la noche o una invitación
sorpresiva es indicio de malas noticias.
-Creí que sería agradable pasar
algún tiempo contigo, le respondí.
Los dos solos ¿qué opinas?
Reflexionó sobre ello un momento y respondió:
Me gustaría muchísimo.
Ese viernes mientras conducía para recogerla después
de mi trabajo me encontraba nervioso,
pero a la vez muy feliz...
Cuando llegué a su casa vi que ella
también estaba muy emocionada.
Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo,
se había rizado el cabello y usaba el vestido
con el que celebró su último aniversario de bodas.
Su rostro sonreía, irradiaba
luz como un ángel.
-Les dije a mis amigas que
iba a salir con mi hijo y
se mostraron muy emocionadas,
me comentó mientras subía a mi auto.
-No podrán esperar a mañana para
escuchar acerca de nuestra velada.
Fuimos a un restaurante no muy elegante,
pero sí muy acogedor, mi madre se aferró
a mi brazo como si fuera
"La Primera Dama de la Nación".
Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú.
Sus ojos sólo veían grandes figuras.
Después de unos minutos,
levanté la vista; mi madre sólo me miraba.
Una sonrisa nostálgica
se le delineaba en los labios.
-Era yo quien te leía el menú
cuando eras pequeño ¿Recuerdas?
-Entonces es hora de que te relajes y
me permitas devolverte el favor, respondí.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación,
nada extraordinario, sólo ponernos al día de nuestras cosas.
Hablamos tanto que nos perdimos el cine.
Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar,
dijo mi madre, la besé y acepté la invitación.
-¿Cómo estuvo la cita? -
quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
-Muy agradable, mucho más de lo que imaginé.
Días más tarde mi madre murió de un infarto.
Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante
donde habíamos cenado mi madre y yo, la nota decía:
“La cena está pagada por anticipado,
estoy segura de no poder ir, pero igual pagué para ti y
tu esposa, jamás podrás entender
lo que aquella noche significó para mí. ¡Te amo!
En ese momento comprendí la importancia
de decir a tiempo "TE AMO" y de darles
a nuestros seres queridos el espacio que se merecen;
nada en la vida será más importante que Dios
y tu Familia, dales tiempo, porque ellos no pueden esperar.
Si vive tu madre, disfrútala... si no... Recuérdala...
“Dios te puede perdonar, pero el Tiempo Nunca”