Buscando tu cara sobre la almohada encontré la carta de tu despedida. Te fuiste de noche, dejando una estela de dolor inmenso que no redimiera el tiempo pasado ni tanta nostalgia. ¿Cómo fue posible que te escabulleras, a saber a dónde, sin tener siguiera la delicadeza de explicarme, al menos, cuál es la manera de vivir, sintiendo el alma horadada de tan larga espera? No he podido hablarte, ni verte en retratos, porque no soporto mis manos vacías, ni sentir las brasas de tus labios belfos aún quemando noches y melancolías.
Decidí aprisionarlos en una mazmorra y extraviar la llave, pero, fugitivos, mis recuerdos huyen de cualquier encierro...
Autor:
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Nancy R. Santiago-Capetillo
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